sábado, 1 de diciembre de 2018

Manuel Puig





Era… para mí la vida entera… Alfredo le Pera.

Es culpa de Ricardo Piglia que yo haya leído a Manuel Puig. De argentino a argentino vino la recomendación.También fue culpa de la causalidad porque tropecé con su novela “boquitas pintadas” en una estantería de libros de los años setenta, no leídos desde los años ochenta o así. Pero yo lo cogí prestado con la intención de leerlo, haciendo con este gesto que se inclinasen levemente a la izquierda el resto de volúmenes de la estantería. Y así continuarán.

Me sorprendió mucho desde el minuto cero la forma del libro: epistolario, conversaciones, noticias de periódico, narrador interno y externo, todo vale para contar la vida, y todo da frescura, modernidad y cercanía a la historia, o así  lo percibe el lector o lectora en este caso. El libro cuenta la historia de un chaval seductor que muere tísico a los 29 años, andaba con varias mujeres a la vez y son esas mujeres, también su madre, su hermana, su amigo Pancho y la Rabadilla los personajes del drama. El libro denota la formación cinematográfica del autor, las voces hablan también por su lenguaje, por ejemplo Juan Carlos, el chico seductor, adolece de poca cultura aunque no de estrato social y esto se deja ver en su manera de expresarse oralmente y por carta. No ocurre así con Nélida Fernández, su novia, que utiliza un castellano seco y bello. 

Cada una de las partes de la novela (llamadas entregas como se denominaba a los folletines de la radio antiguamente) abre con una frase de tango: “deliciosas criaturas perfumadas, quiero el beso de sus boquitas pintadas” Alfredo Le Pera.

Ahondando en la novela, publicada en 1968, me ha parecido que trata los temas de la mujer, el machismo, el amor, las convicciones sociales y el deseo con una gran madurez y resulta muy moderna y a la vez esclarecedora de un modo de vida en un tiempo concreto,  Argentina, clase media y clase baja de mediados de los cincuenta. Además la sensibilidad de Manuel es muy grande.

También me he leído “El beso de la mujer araña” 1976 y el estilo y la técnica del autor están más depuradas. En este caso cuenta la historia de dos hombres presos que comparten celda, Valentín es un preso político, un revolucionario marxista y Molina es un homosexual, “una loca” que tiene una condena por abusos sexuales a un menor. Molina cuenta películas de cine a Valentín para hacerle más amenos los días. Me ha parecido soberbia la novela, original, fresquísima, y dibuja a los personajes y por ende a la sociedad de la época con esmero.

Manuel Puig, coetáneo de la literatura del boom hispanoamericano y alejado de él, exhibe en su escritura la llaneza, la cercanía y lo popular, lo diario y la vida en los abismos, allá donde el confort es un sueño del pasado. Su escritura merece muchísimo la pena, Puig crea una obra hondísima y llena de ternura que hoy nos parece muy cercana, la recomiendo vivamente. Si tienen la suerte de encontrarla en una estantería, o en una librería, o en una biblioteca, no la dejen pasar:

“-Eso es lo que no entiendo bien… Todos los homosexuales, no son así/ -Sí, hay de todo. Pero yo no, yo… no gozo más que así./ Mirá, yo no entiendo nada de esto, pero quiero explicarte algo, aunque sea a los tropezones, no sé…/ Te escucho./ Quiero decir que si te gusta ser mujer… no te sientas que por eso sos menos./ …/ Quiero decirte que no tenés que pagar con algo, con favores, pedir perdón, porque te guste eso. No te tenés que… someter./ Pero si un hombre… es mi marido, él tiene que mandar, para que se sienta bien. Eso es lo natural, porque él entonces… es el hombre de la casa./  No, el hombre de la casa y la mujer de la casa tienen que estar a la par. Si no, eso es una explotación./ Entonces no tiene gracia/ ¿Qué?/ Bueno, esto es muy íntimo, pero ya que querés saber… La gracia está en que cuando un hombre te abraza… le tengas un poco de miedo./ No, eso está mal. Quién te habrá puesto esa idea en la cabeza, está muy mal eso./ Pero yo lo siento así./ Vos no lo sentís así, te hicieron el cuento del tío los que te llenaron la cabeza con esas macanas. Para ser mujer no hay que ser… qué sé yo… mártir. Mirá… si no fuera porque debe doler mucho te pediría que me lo hicieras vos a mí, para demostrarte que eso, ser macho, no da derecho a nada.” 

fragmento de "La mujer araña", Manuel Puig.