jueves, 9 de noviembre de 2017

“El estado natural de las cosas” de Alejandro Morellón






Ha coincidido que yo iba y venía por el libro: “El estado natural de las cosas” de Alejandro Morellón cuando el libro ha sido alzado al mundo del reconocimiento, ha ganado el IV Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, uno de los premios de cuentos más importante en nuestra lengua.

Extraño leerlo antes, leerlo después y que no te salga una llamarada de las manos y resulte que sostienes un libro distinto, más hecho, al que hay que prestar más atención –la cabeza va como quiere- a cada detalle, a cada clavo que se clave en el techo, a las miradas desde lo alto, a los personajes tan… 

El relato que da nombre al libro: El estado natural de las cosas ya es mitología o lo será pronto, y si se lee desde esa creencia se cata con toda su complejidad. Te paseas por sus palabras y crece la unidad de principio a fin: un hombre se cae al techo y tiene que hacer su vida desde allí, tiene que observar a sus seres queridos desde lo alto y al revés, vivir estando a unos metros del mundo, del meollo, de las preocupaciones de los seres gravitatorios. La calma, el ostracismo se hacen insoportables. Es Kafka el que traga saliva desde las alturas, trasunto de su trapecista genial, aquel que estaba más a gusto en su trapecio que entre los hombres, aquel que una de las veces que bajó su agente notó en su rostro que había envejecido. Este nuevo personaje de Kafka/ Morellón es tan punzante y va tan de disimulo que ya me explico yo que haya pasado desapercibido, que lo hayamos leído sin leerlo, que se le haya transparentado el papel a todos los editores, jurados, amigos y enemigos dispuestos a acercarse a él.
A este relato, el más largo del libro, lo acompañan otros igual de transparentes; la realidad se matiza, se le da la vuelta, se diviniza. 

El relato que abre el libro: Elogio del huracán comienza así: “Siempre he disfrutado de la violencia de lo cotidiano: por ejemplo, la de un vaso que se rompe en la oscuridad (…)” y entonces la violencia de lo pequeño, de lo doméstico se vuelve abismal, lo recorre todo y tú lo ves y parece que no lo estás viendo.

Reprimir el gesto exterminador, aquí una mujer se ríe estruendosamente y tapa con su risa todo el horror del mundo y los vecinos quieren ¡por dios! que deje de reírse.

Intervención nº 3. Un hombre vende su mano izquierda, es viudo, su mujer no le hubiera dejado hacerlo.
Y más historias “fragile”, hasta un total de siete para sorprendernos.  

"El estado natural de las cosas " es una compilación de cuentos desbordados de matices, alejados de la naturalidad, de lo esperado, que encuentran todo el sentido en la comprensión del lector. Pero hay que leerlo bien, tratando de atraparlo, de atar las historias fuertemente para que no resbalen.

Gracias Alejandro.