miércoles, 19 de julio de 2017

Rendición de Ray Loriga



 “¡Ríndase!, me dijeron todos esos hombres juntos, y he de reconocer que en cuanto vi sus puños me faltó el valor y me rendí. Me arrodillé y bajé los brazos, y fue entonces cuando cayeron sobre mí.”

La última novela de Ray Loriga peca de sencillez ¡Bendito pecado! A veces buscando la complicación encontramos también la estupidez más absoluta.
Un narrador sin nombre, de sentencia clara y contundente que nos cuenta su historia en primera persona, con una voz que recuerda al buen Cela, a un Pascual Duarte menos sanguino, más domesticado.

Sin darte cuenta vas recibiendo golpes suaves y tremendos con la lectura de este libro. Un hombre que vive junto a su mujer y ambos cuidan de un niño que no es su hijo, una familia tristemente plena en medio de una guerra que les va quitando todo. Un mundo en guerra  y autoritario donde no aparece directamente la guerra, donde sobra quien disiente; Una distopía sin alardes.

Finalmente una ciudad transparente bajo una cúpula donde siempre es de día, un diseño genial y monstruoso de nuestros tiempos impolutos; Tras un proceso de cristalización los seres humanos pierden su olor y quizá algo más de su naturaleza. Todo transparente, por las paredes vemos tuberías transparentes, mierda inodora, al vecino, a la familia desde el ascensor. Hemos perdido también nuestro instinto, ya no nos revolvemos si nos azuzan, si nos vejan, si nos golpean.

J.G. Ballard, Saramago, Cela, siempre Kafka. El jurado del premio Alfaguara que le ha otorgado el premio por mayoría dijo, entre otras cosas, que era una parábola de nuestras sociedades expuestas a la mirada y al juicio de todos.

“Según te ibas familiarizando con cada asunto, ya fuera el trabajo o lo que pasaba en casa, no podías oponer resistencia alguna, pues en cada detalle encontrabas a tu pesar mil motivos para la tranquilidad más profunda y todo funcionaba siempre a las mil maravillas. Y si había que pasarse el día trasladando mierda lo hacías encantado, y si había que soportar cada noche la visita de un joven apuesto que le tiraba los tejos a tu señora mientras mareaba a tu chiquillo, pues con patatas te lo comías y no pedías otra ración de milagro, (…)”

Una metáfora portentosa de un mundo donde ya la felicidad constante ha sustituido a cualquier consciencia de manipulación. Rendición es mucho más que un título, una pelota de goma en la cara, un gargajo sobre la cabeza y una retirada de libro, ni honrosa ni cobarde.

“Y eso es algo que en la ciudad transparente existe como en ningún otro lugar que yo haya conocido, la claridad. Y de la claridad se puede tener buena o mala opinión pero es evidente que cuando es tan excesiva y se convierte en la única condición, engulle todos los secretos, todos los misterios y todos los deseos. Y de tanto verlo todo ya no quiere uno prestarle atención a nada.”

Me ha gustado. 
Ray Loriga se reinventa.