miércoles, 10 de febrero de 2021

FERNANDA MELCHOR (en mayúsculas).

 


Leer a Fernanda Melchor es una alegría, una cruda y cruel alegría. Destaca su estilo muy propio, maduro y muy forjado. Escritores anteriores como García Márquez (el que se reinventa con “El otoño del Patriarca”) o Saramago serían espejos donde igualarse, donde traspasar. Su mundo son mundos delirantes pero lamentablemente reales, más reales de lo que puedas ver aguzando tu vista, y eso emociona mucho y horroriza.

Me parece una escritora volcán que te enrola en sus historias llevándote más allá, tú vas más allá, lo ves, lo catas, te retiras para no ser alcanzada, te reservas, no das crédito y quieres y estás yendo y llegas a todos los finales quitándote el pudor y la máscara implantada por la sociedad, la máscara de hombre o mujer a medias, pero como lector andas el camino que ella te muestra hasta donde puedes, imaginando lo que puedes.

Personalmente creo que es catártico leerla -como con los grandes-, háganlo, ojeen, tiemblen, rómpanse.

Destaco las dos últimas novelas: “Temporada de Huracanes” y “Paradais”, dos ejemplos brutos del mundo que parece que estamos a punto de dejar, una aproximación a la normalidad que no es normal, a la vida que no parece vida, a la violencia, a la cultura autóctona, a la desigualdad que se instala frente a tus ojos y te hace llorar.

No sabemos cómo es el futuro que ya está aquí pero les propongo aprender de este presente manido y roto, del México más auténtico, de la violencia como trofeo que todos plantamos en la estantería de nuestra casa.

Leedla, nunca os dejará “ni fu ni fa”, y esto es muy de agradecer en una realidad lineal, de reivindicaciones baratas y estilos repetidos como si se tratara de la misma Inteligencia Artificial haciendo de las suyas.

Huyan del aburrimiento mortal de no leerla (suele escribir cortito).