miércoles, 21 de septiembre de 2016

Almudena Sánchez escribe: La acústica de los Iglús y yo lo leo

Es curioso, a veces, como nos vienen los libros. A mí La acústica de los Iglús de Almudena Sánchez me vino por casualidad hace unos días, lo vi de pasada en un tuit. Se trataba de la última apuesta de Alberto Olmos como editor invitado en la editorial Caballo de Troya y decía que era un libro de relatos donde: “(…) la narradora templa el estilo para poner del revés la trama mágica del mundo”, entonces lo compré. Podía estar bien, podía estar mal, podía estar ni bien ni mal. Su autora, Almudena Sánchez, era una chica alegre de una foto que había visto por ahí en la web, poca cosa para influenciarme positiva o negativamente. Nada sé de su escritura. Entonces comienzo a leerlo con la mayor neutralidad que en mi opinión se puede tener; la que te da enfrentarte a un libro desconocido de una autora desconocida.

El primer relato que leo es La señora Smaig y observo que empiezo a subrayar demasiado pronto algunas frases que saltan como resortes a mis ojos, recojo aquí algunas: “A los hospitales no vuelve casi nadie, aunque son el futuro de casi todo el mundo” o “¿Existe un salto más triste y más aplaudido que el del delfín?” Conforme paso de un cuento a otro tengo la impresión de que lo relatado crece en intensidad mientras yo crezco en asombro y en disfrute, porque Almudena te embulle de cabeza y con el agua fría a unos ambientes oníricos increíbles, a irrealidades juguetonas y algo amargas, a veces infantiles pero nunca inocentes, baratas o vulgares. Me impresiona su segundo cuento El frío a través de los engranajes -las imágenes delirantes crecen en mi mente-, y con Apuntes desde la bóveda celeste estoy rendida a su estilo tierno y brutal, educado, musical y tremendo; a partir de aquí ya no hay duda estamos ante un gran libro lleno de puertas y una buena escritora detrás.

J. Kafka, Eloy Tizón, J.S. Bach, S. Kierkegaard, influencias artísticas que van abriéndote cicatrices, emociones, constataciones, es imposible resumir aquí la cantidad de imágenes, de pensamientos, de matices con los que me encuentro mientras avanzo en mi lectura; La niña que busca en el interior de la piscina del Hotel Minerva al nadador ciego que vive allí, la astronauta recogiendo basura espacial de Apuntes desde la bóveda celeste, o la pianista de once años descubriendo la verdadera materialidad del amor en El arte incrustado. Almudena usa un optimismo engañoso, una trampa que yo desconozco pero que me gusta; en El triunfo Humano la protagonista vive momentos claustrofóbicos, nauseabundos y la belleza rabiosa, y lo que es revelador, el lector o lectora entregada también los siente, hay realismo que se toca y te revuelve el estómago, te descabala y te emociona. Me emociona. Este relato podéis leerlo en este enlace: http://revistaparaleer.com/tag/almudena-sanchez/
El último relato se llama Introducción al relámpago, en él Almudena nos habla de la inutilidad, del arte, del amor, de las lágrimas ¿Qué se puede hacer con una lágrima? ¡Ni lo imagináis!

“Las cosas son así: tienen su debido tiempo, su debido espacio, que deben coincidir debidamente. Lo demás es ficción.”

viernes, 9 de septiembre de 2016

Juan Mayorga: Teatro filosófico de andar por casa


Este verano he leído a Juan Mayorga, dramaturgo, filósofo y matemático, concretamente me he leído dos de sus obras de teatro: Cartas de amor a Stalin y La Paz Perpetua y ambas me han parecido necesarias.

Es posible que sólo la literatura que se sostiene en el pensamiento tenga sentido, en este caso el teatro de Juan Mayorga lo tiene, se trata de un teatro filosófico que utiliza temas de vigente actualidad y que son atemporales a la vez, el resultado vale mucho la pena. 

Leyendo Cartas de amor a Stalin se percibe la angustia del proscrito, encerrado sin encierro, el autor utiliza como personaje al escritor ruso Mijáil Bulgákov, quien tenía bastante fama en Rusia hasta que el régimen de Stalin consideró su obra peligrosa y dañina para el pueblo ruso, entonces las representaciones de sus obras se prohibieron y el autor fue marginado.
  
En esta obra Mayorga nos hace pasar por un proceso infernal donde el protagonista está en su casa escribiendo una carta al camarada Stalin para que le deje vivir de una de estas dos formas: o bien alzando el veto a su obra, o bien dándole la libertad junto a su esposa permitiéndoles salir de Rusia. La no contestación de Stalin se convierte en una obsesión y Bulgákov llega a mantener conversaciones con el Stalin que tiene en su cabeza rozando la locura.

En La Paz Perpetua los protagonistas son tres perros que compiten por conseguir ser miembros de un cuerpo policial de élite, el K9, un grupo de seguridad antiterrorista. La Paz Perpetua es un homenaje a Enmanuel Kant, es también el título de uno de sus libros donde Kant concluye que la paz perpetua es posible y se dará por puro egoísmo cuando la desconfianza entre los Estados sea tal que solamente la paz pueda asegurar la existencia de cada uno de ellos.

Llama la atención que el diálogo se lleve a cabo entre perros, desde cerebros de perros pero razonando a la manera humana, con la lógica y la frialdad del razonamiento humano. El lector se mantiene constantemente a la expectativa, obligado a pensar en cada momento.

Juan Mayorga en una entrevista al ser preguntado sobre el teatro afirmó que “si el teatro no es capaz de desestabilizar las convicciones del espectador, de ponerle ante buenas preguntas está siendo irrelevante”. No es el caso de su teatro.

Un fragmento de La Paz Perpetua:

Humano- (…) Ésta es una guerra metafísica, una guerra en el espíritu. ¿Razón o sombra, progreso o reacción, civilización o barbarie? ¿De qué lado está, Enmanuel?

Enmanuel- Sólo soy un perro.

Humano- Distinguir entre lo justo y lo injusto, eso hoy sólo puede hacerlo el corazón de un perro. Nunca el perro fue tan necesario al hombre. La humanidad está en peligro, no nos abandonen.”