Este verano he leído a Juan
Mayorga, dramaturgo, filósofo y matemático, concretamente me he leído dos de
sus obras de teatro: Cartas de amor a
Stalin y La Paz Perpetua y ambas
me han parecido necesarias.
Es posible que sólo la
literatura que se sostiene en el pensamiento tenga sentido, en este caso el teatro de Juan Mayorga lo tiene, se trata de un teatro filosófico que utiliza temas de vigente actualidad y que son atemporales a la vez, el resultado vale mucho la pena.
Leyendo Cartas de amor a Stalin se percibe la angustia del proscrito, encerrado
sin encierro, el autor utiliza como personaje al escritor ruso Mijáil Bulgákov,
quien tenía bastante fama en Rusia hasta que el régimen de Stalin consideró su
obra peligrosa y dañina para el pueblo ruso, entonces las representaciones de
sus obras se prohibieron y el autor fue marginado.
En esta obra Mayorga nos
hace pasar por un proceso infernal donde el protagonista está en su casa
escribiendo una carta al camarada Stalin para que le deje vivir de una de estas
dos formas: o bien alzando el veto a su obra, o bien dándole la libertad junto
a su esposa permitiéndoles salir de Rusia. La no contestación de Stalin se
convierte en una obsesión y Bulgákov llega a mantener conversaciones con el
Stalin que tiene en su cabeza rozando la locura.
En
La Paz Perpetua los protagonistas son tres perros que
compiten por conseguir ser miembros de un cuerpo policial de élite, el K9, un
grupo de seguridad antiterrorista. La Paz Perpetua es un homenaje a Enmanuel Kant, es también el
título de uno de sus libros donde Kant concluye que la paz perpetua es posible
y se dará por puro egoísmo cuando la desconfianza entre los Estados sea tal que
solamente la paz pueda asegurar la existencia de cada uno de ellos.
Llama la atención que el
diálogo se lleve a cabo entre perros, desde cerebros de perros pero razonando a
la manera humana, con la lógica y la frialdad del razonamiento humano. El
lector se mantiene constantemente a la expectativa, obligado a pensar en cada
momento.
Juan Mayorga en una
entrevista al ser preguntado sobre el teatro afirmó que “si el teatro
no es capaz de desestabilizar las convicciones del espectador, de ponerle ante
buenas preguntas está siendo irrelevante”. No es el caso de su teatro.
Un fragmento de La Paz Perpetua:
Humano- (…) Ésta es una
guerra metafísica, una guerra en el espíritu. ¿Razón o sombra, progreso o
reacción, civilización o barbarie? ¿De qué lado está, Enmanuel?
Enmanuel- Sólo soy un perro.
Humano- Distinguir entre lo
justo y lo injusto, eso hoy sólo puede hacerlo el corazón de un perro. Nunca el
perro fue tan necesario al hombre. La humanidad está en peligro, no nos
abandonen.”
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