lunes, 26 de junio de 2017

“Terroristas Modernos” de Cristina Morales




Cristina Morales es una escritora de prosa enérgica, lengua ágil y sin pelos.

Gracias a ella estos días he estado envuelta en una conspiración ocurrida en 1816, la llamada -la conspiración del triángulo- contra el absolutismo de Fernando VII. El objetivo de los conspiradores era obligar al monarca a firmar la Constitución depuesta de 1812 e implantar definitivamente el recién estrenado Estado Liberal. 

“Terroristas Modernos” editorial Candaya.

Según dicta la contraportada del libro el primer acusado en la Historia de terrorista fue el neonato Estado liberal francés, la primera democracia moderna de Europa. A partir de aquí Cristina investiga y escribe sobre el principio de autoridad, cómo los súbditos o ciudadanos lo asumen o lo niegan, lo apoyan o luchan contra él.

La autora se enfrenta al relato de la España de pandereta y disparate que tan bien dibujó Luís García Berlanga con su cine. 400 páginas de conspiración: Excombatientes degradados, capitanes, comandantes, tenientes, soldados, poetas, mendigos, monja consoladora, sastras salerosas, vírgenes con mantos, mulas que aparecen donde no deben estar, nombres históricos escribiendo y recibiendo cartas, gente con convicciones, gente con hambre... Se cantan letras de canciones modernas, se declaman poemas de entonces que bien podían ser de hoy, jueces actuales juzgan esta conspiración del XIX, se recita como en una clase de Historia el artículo 2 de la Constitución de Cádiz: “La nación española es libre e independiente y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia o persona” y el 339: “”Las contribuciones se repartirán entre todos los españoles con proporción a sus facultades, sin excepción ni privilegio alguno”,

Interesante el lenguaje desenfadado, las frases creciendo, mezclándose, sin pausa, sin final, el lenguaje coloquial, dominio del tono administrativo y una grandísima investigación detrás.

Siete capítulos conforman el libro y son epígrafes de un tomo de historia donde se describe, se piensa, se habla, se conspira, se baila, toman, se pelean, duermen la mona, y finalmente son capturados.

“Conspirar y montar un fiestón son la misma cosa: Financiación de la conspiración”. Monta la autora un baile de precarnaval en el malogrado teatro de los Caños del Peral como preludio del golpe final, allí se desarrollan amoríos, rencores, intrigas, negocios, tentativa de asesinato... por él pasearán todo tipo de personajes, incluso alguno no invitado y donde el vino, el opio y el rape pondrán la nota de desinhibición, extravagancia y furor patrio.

Una de las protagonistas es una mujer Granadina, Catalina Castillejos, que, accidentalmente, pasa los pocos días en los que transcurre el libro en Madrid y vuelve a casa tras haber vivido una aventura, una pesadilla, haber sentido miedo, amargura, ninguneo, rabiosa alegría... en definitiva está de vuelta tras vivir el desmadre y la vitalidad del Madrid conspirativo de febrero de 1816 pero que bien podría ser la vuelta a provincia de una millennial perdida en un Madrid reivindicativo o simplemente de fiesta cien años después, con su aprendizaje, sus dudas y su resultante dolor de cabeza.

La impresión que tengo después de leer este libro es que Cristina hace lo que se propone, que su lenguaje es muy vivo y su técnica muy depurada, que sus ideas juzgan y son juzgadas y sus palabras vuelan hasta los márgenes, se superponen, crecen en otros idiomas pero que es uno solo, el lenguaje de su literatura.


Esperemos su próxima salida de madre.