jueves, 14 de marzo de 2024

Milena y Kafka

 

           No puedo leer las cartas de Milena a Kafka porque están perdidas, solamente permanecen las que escribió Kafka a Milena, estas fueron guardadas por ella misma hasta la década siguiente cuando vio amenazada su vida bajo la ocupación nazi y se las dio, en custodia, al escritor Willy Haas. Es así como las cartas a las que tenemos acceso se convierten en una correspondencia epistolar coja, sólo de ida, pero que son de un gran valor pues complementan tanto la obra como el conocimiento que de Franz Kafka tenemos a día de hoy. Es por tanto un documento único de un gran valor. En ellas aparece un Kafka humano y reflexivo, temeroso y tímido, ilusionado y descorazonado, que vive inmerso en su circunstancia vital, enfermo de tuberculosis y enamorado de Milena, tratando de poner los pilares para un futuro que, realmente, fue muy estrecho pues murió en el año 1924.

Milena, de 24 años, vivía en Viena junto a su marido, un joven escritor judío, Ernst Pollak y Kafka, de 38, vivía en Praga, aunque pasaba estancias vacacionales en climas más propicios para su estado de salud.

La correspondencia comienza porque Milena conoce algunos cuentos publicados de Franz y pronto percibe su valor, la avanzadilla de su literatura y se interesa por él y por su obra, ofreciéndose a traducirlo al checo que era su idioma materno. Pronto mudará el trato mutuo de unas maneras protocolarias a un lenguaje más libre y sincero, será entonces cuando surge el sentimiento, la comprensión y las desavenencias entre dos jóvenes artistas de entreguerras del siglo XX que luchan por seguir creando y compartiéndose.

Hablamos del verano de 1920, Franz Kafka, a pesar de su insomnio y su tuberculosis, se entrega en cuerpo y alma a las cartas a Milena Jesenká. Esta labor se desarrolla hasta 1923, siendo intensa la correspondencia sobre todo en el primer año. En las cartas Kafka desarrolla los temas que le importan en ese momento: el mundo, los judíos, él mismo, el trabajo intelectual de Milena, sus sentimientos hacia ella, el estado físico y mental de Milena... 

Esta lectura me ha impresionado porque posiciona al lector como testigo mudo de la intimidad de Kafka, Milena es su gran amor aunque solamente tuvieron dos encuentros físicos, sin embargo, en el plano intelectual los encuentros eran diarios, eran continuos, eran necesarios, se abrían el corazón. En ese tiempo él vive para recibir las cartas de ella y para responderle. La correspondencia es muy vital, muy ansiosa, por momentos triste, por momentos absolutamente maravillosa, en ella Kafka cuenta anécdotas, se cuenta a sí mismo, su enfermedad, su vida, sus ilusiones, sus sueños, sus temores, además, parece ser que el hecho de mandarse cartas constantemente, varias al día, consigue que esta correspondencia esté plagada de malentendidos que tienen que corregir, las cartas van y vienen y no siempre llegan en el orden de escritura. Es un placer y una pulsión entrometerse en el mundo íntimo de Franz y Milena.

Hecha esta introducción, puedo decir que ha sido una labor apasionante indagar en los temores, anhelos y esperanzas de su autor e intuir la otra cara de la moneda, las palabras y sentimientos de Milena.

Acompaño y cierro este escrito con unos fragmentos de las cartas especialmente conmovedores:

“Una peculiaridad, creo yo, tenemos en común, Milena: qué tímidos y medrosos somos, casi cada carta es distinta, casi cada una se asusta de la anterior, y más aún de la carta de respuesta”.

A veces me da la impresión de que tenemos una misma habitación con dos puertas, una enfrente de otra, y cada uno sujeta el picaporte de su puerta, y con un pestañeo de uno de ellos ya está el otro detrás de su puerta, y basta entonces que el otro diga una sola palabra y el segundo, con toda seguridad, ya ha cerrado la puerta por fuera y ha desaparecido. Abrirá sin duda otra vez la puerta, porque es una habitación que quizás no sea posible abandonar. Si el primero no fuera exactamente igual que el segundo, se habría quedado tan tranquilo, preferiría aparentemente no mirar al segundo y pondría orden poco a poco en la habitación como si fuera una habitación igual que cualquier otra; en lugar de eso hace exactamente lo mismo junto a su puerta, a veces incluso están los dos detrás de sus puertas y la hermosa habitación está vacía”.

 

“Hace poco he vuelto a soñar con usted, fue un gran sueño, pero no recuerdo casi nada. Estaba en Viena, no recuerdo nada de eso, pero después llegaba a Praga y había olvidado su dirección, no sólo la calle, también la ciudad, todo, sólo de alguna manera surgía el apellido Scheiber, pero no sabía qué hacer con eso. Así pues, usted me había desaparecido por completo. En mi desesperación hacía varios intentos de lo más astutos, que sin embargo, no sé por qué, no podía poner en práctica y de los cuales sólo recuerdo uno. Escribía en un sobre: M. Jesenská, y debajo <Ruego entregar esta carta, de lo contrario la administración de Hacienda sufrirá una inmensa pérdida>. Mediante esa amenaza esperaba poner en movimiento todos los recursos del Estado para encontrarla".

 

"¿Ladino? No deje que esto la predisponga contra mí. Sólo en sueños soy tan inquietante”.

 

“Entretanto podía verte un poco, pero a mí me daba perfectamente igual tu aspecto físico, sólo me interesaba tu palabra”.

 

“(…);estoy cansado, no sé nada, y no querría sino poner el rostro en tu regazo, sentir tu mano sobre mi cabeza y permanecer así por toda la eternidad”.

 

“Las cartas tuyas más bonitas (y eso ya es mucho decir, porque en su conjunto son, casi línea por línea, lo más hermoso que me ha ocurrido en mi vida) son aquellas en las que das la razón a mi <miedo> y al mismo tiempo tratas de explicar que no debo tenerlo”.           

    



viernes, 1 de marzo de 2024

Mayte Blasco hablando de familias.

 

Recientemente he leído el último libro de relatos de Mayte Blasco “La mejor familia del mundo” que ha editado Niña Loba Editorial. No es el primer libro de relatos de Mayte que me leo, ya me dejó un poso su libro anterior “Jaulas de hormigón”, algunos de esos relatos aún los tengo rondando la cabeza. En este caso, el libro se centra en las formas y problemas de familias, relatos que he seguido disfrutando con gusto.

Destaco la facilidad que tiene la autora de exponer fragmentos de realidad sin ningún alarde ni floritura, con una técnica sencilla de frase corta que sin embargo es capaz de, en momentos concretos, alcanzar cotas de buena literatura, recuerdo ahora que me pasó algo similar con un libro de relatos de Maupassant. En relatos del libro como “Puñado de tierra”, “La tía enrollada” o “El globo” lo he sentido.

Desarrolla la escritura en primera persona, en segunda, en tercera, en la primera persona del plural según le convenga al relato y todos con bastante solvencia. Destaca el uso que hace de la ironía, la encaja en el momento preciso para arrancarte una casi sonrisa o una pena pequeña, matices que enganchan el corazón. Me gusta que los personajes casi se toquen, puedan ser la vecina de al lado, tu hermana, una mezcla de las dos…

Utiliza Mayte una narrativa corta muy intensa, muy ágil, nunca tediosa o complicada, nunca con párrafos moralistas o filosofías largas, al contrario, una pequeña frase puede hablarte de un país entero, de una época, de una hipocresía grande. Puedo decir que tiene la capacidad de hacerte pensar hondo con una palabra insignificante que parece puesta ahí por casualidad, esto que parece nada es todo en el arte de escribir. Las historias que nos presenta pueden contar largos años o solamente una mañana, y sin embargo llena absolutamente el discurso.

En general os hablo de un libro espejo de una época muy concreta, nuestra vida, la vida de la autora, relatos de las últimas décadas, los defectos, obsesiones y creencias de los personajes son los defectos, obsesiones y creencias de nuestra época, una radiografía de nuestro tiempo.

Determinadas cotas de literatura (sin saber realmente qué es eso) se alcanzan pocas veces, pero un buen escritor (o escritora) juega a rozarlas, salta como para tocar el techo y en el camino, en el salto sabe que ha tocado algo, ha llegado a algo mágico sin llegar, por eso volverá a intentarlo una y otra vez, una y otra vez. Un poco así siento yo la literatura de Mayte, una literatura que llega a las vísceras con su impulso, con la necesidad de encontrar el relato perfecto.

Ya estoy esperando su próxima propuesta.




lunes, 22 de enero de 2024

Thomas Bernhard y su literatura

    Leo a Thomas Bernhard desde hace un tiempo, comencé por su obra autobiográfica realizada en los años setenta: El origen, El sótano, El aliento, El frío, y resulta un comienzo fructífero pero muy duro, en ellos desgrana su vida familiar, el internado (en la época nacional-socialista con los constantes bombardeos aliados sobre la ciudad de Salzburgo y la posterior etapa neocatólica con semejanzas asombrosas en la castración intelectual de los pupilos), las sucesivas estancias en hospitales, casas de reposos e internados por sus problemas con el pulmón, problemas que acarreó durante toda su vida, y también sus luchas internas contra el suicidio. Desde muy temprana edad vio la muerte como algo cotidiano y la vida como una extrañeza.

    Y en todo este proceso siempre tuvo un lugar privilegiado la música, compartir con otros a través de la música, la música para restar locura al mundo, para salvarse espiritualmente, la música y la inteligencia, siempre sus mejores aliados, y permanecer con los ojos muy abiertos para localizar otras almas sensibles y cuestionadoras, rotundas y frágiles como la de Paul Wittgenstein (el protagonista de El sobrino de Wittgenstein).

    Respecto a su escritura honesta y dura produce en el lector sensible un golpe, un volcán de luz a través del ritmo endiabladamente intuitivo que utiliza, el leit motiv o la repetición, utilizándolo como si sus escritos fueran una pieza musical inacabable, indivisible, golpeando al oído de cada espectador-lector, creando un revulsivo para que nos levantemos del sillón y echemos la imaginación a andar, la consciencia a andar aunque sea para partirle la cara al músico-escritor (una provocación literaria a semejanza de la pieza 4’33’’ de John Cage con su no tocar durante ese tiempo).

    La literatura de Bernhard es hipnótica y avanza a través de la repetición que se expande en bloques, un nuevo bloque de contenido una nueva repetición, esta técnica está muy desarrollada en novelas como El malogrado o en Tala y mantiene al lector tensionado y a la espera de la nueva sacudida. No sabría decir qué me produce más vértigo si el goce de su prosa o la desesperación ante su prosa.

    Otra característica propia del autor que me alegra sobre manera es su capacidad infinita de crítica, de ser capaz de ver los hilos a cada aspecto de la vida, la crítica total, el análisis y la acusación sin paliativos a la sociedad, a las tradiciones, a los sistemas educativos, a las facciones políticas, a cualquier tipo de poder, incluido por supuesto el poder artístico y la tontería artística que suelen ir de la mano. Se trata de la alegría de la No censura que en el mundo naciente unido a la cancelación pública son los dos cánceres del arte. Pienso que cualquier obra artística de hoy que esté asentada cómodamente en el mundo sin tensiones es una obra muerta, muchas expresiones artísticas sin riesgo y amables con el poder convertirá a sus autores en los Pemanes del siglo XXI, no fue el caso de nuestro autor que si de algo pecó fue de abrupto, de provocador, lo que causó y le causó bastante sufrimiento.

    Sigo leyendo su obra, es una adicción que mantendré por bastante tiempo, quizá sea una terapia, una bendita terapia.

    Para terminar dejo un fragmento de su libro Tala como ejemplo de su escritura:

    “Somos débiles y caemos en la trampa, caemos en la trampa de la sociedad, pensaba en mi sillón de orejas, porque este piso de la Gentzgasse no es otra cosa ahora para mí que una trampa de la sociedad, en la que he caído. Porque indudablemente no es otra cosa que odio lo que el matrimonio Auersberger siente por mí, lo mismo que todas esas gentes que se han reunido en la sala de música, que por su causa huele ya francamente mal, esperando a ese actor del Burg que tanto éxito tiene en El pato salvaje, como no se cansa de decir la Auersberger una y otra vez, pensaba en mi sillón de orejas. Esperan a ese actor un tiempo que por mí jamás hubieran esperado, pensaba. El actor del Burg tiene que ser para ellos el punto culminante, pensaba, ¡ese zoquete teatral y pomposo! Y sólo por ese ser repulsivo se dejan dar largas desde hace ya dos horas para un banquete que los Auersberger han calificado una y otra vez de cena artística, porque, como pensaba en mi sillón de orejas, probablemente califican una y otra vez todas sus cenas de tales cenas artísticas, cenas que, por lo demás, recuerdo muy bien como cenas repulsivas” (…)