sábado, 16 de enero de 2021

Releyendo “Nada” de Carmen Laforet.

 



Releer “Nada” de Carmen Laforet es recrearse en el realismo más moderno. Una muchacha de provincias llega a Barcelona a casa de sus parientes (su abuela materna, su tía Angustias y sus tíos varones Román y Juan, y la mujer de este) a estudiar la carrera de letras en plena posguerra. La vida es la consecuencia de la mala vida experimentada en la guerra civil, de la orfandad, de las frustraciones, de los sueños truncados, de los odios y las maquinaciones, del hambre con mayúsculas, del hambre. Hoy nos parece (a mí me lo parece) impresionante que en 1944 se le otorgara la primera edición del Premio Nadal a una mujer de 23 años con una historia muy bien escrita, honesta, real, existencial y durísima. Quizá en este 2021 tan dogmático estas cosas no ocurran, estos milagros no sean muy frecuentes, lo que sí ocurre todos los días en el panorama literario nacional e internacional es la ultra valoración del realismo, el mismo que ya perfeccionó Carmen por aquellos años cuarenta, eso sí, hoy es difícil encontrar en nuestro realismo una historia tan rotunda y, repito, tan moderna. Quizá nos estamos equivocando si no sabemos ir más allá, si las opciones son realismo y más realismo y un poco de exquisitez extraña, alguna joya surreal o llamémosla experimental, sin términos medios, sin vías perpendiculares. La edición no está para otras cuestiones y doy fe de ello.

Este año será el año Laforet puesto que se cumplen 100 años de su nacimiento y según una lógica aprendida -la lógica de buscar los aniversarios para sacar libros sobre determinados escritores ya muertos e impulsar así su legado, buscarle nuevos lectores, o, al menos, nuevos compradores- toca hablar de Carmen Laforet, y de hecho ya hay algún libro suyo en el mercado, y eso está muy bien porque estas iniciativas mercantiles complementan, de alguna forma, esta obra perfecta, severa, emocionalmente contenida y dura, tan dura como fueron esos años de dolor y crisis donde la sociedad apenas vislumbraba una leve luz, una esperanza capaz de construir un futuro vigoroso. Quizá sea este, nuestro 2021 el año perfecto para revitalizar esta historia que en calidad y estilo me recuerda a “Stoner” de John Williams, un hallazgo editorial reciente de una novela de los años sesenta también redonda y emocionante.

“Nada” refleja una historia en la Barcelona de posguerra y sus personajes tocan al lector en sus poros por cómo se muestra la miseria, la locura, la estupidez, la curiosidad, y refleja plenamente la violencia más primigenia, la violencia de la especie, a veces brutal, a veces emotiva, pasa del cariño al golpe, de la frase dulce al descalabro en una palabra. Tanto Andrea, la protagonista, como la abuela, Gloria o los tíos son personajes que se pueden tocar con los dedos, algo que también me pasó, por ejemplo, con los personajes de “Los santos inocentes” de Delibes, se trata de personajes veraces y brutales, no son invenciones flojas como las de tantas novelas contemporáneas tomadas por la crítica como obras “posiblemente” maestras.

Dicho todo lo anterior reitero mi emoción, mi asombro y mi gozo al volver a una obra que dormía profundamente en mi inconsciente que ya la reconocía muy poco, que quizá no absorbí tan plenamente al leerla con otra edad, que se me había ido donde se van tantas cosas valiosas.

Leedla, os vendrá bien.