viernes, 30 de diciembre de 2016

After Ego, la poesía que viene: Juan Fernández Rivero





La poesía que viene es madura y precisa, gusta de la innovación formal, bebe de todas las fuentes, traga, abraza la poesía del siglo XX, del siglo de Oro español, dorado y reluciente, y no desconoce los orígenes letrados y paganos de este Occidente tan oriental.


La poesía que viene es una vocación o no será, es una necesidad, un camino largo que recorrer. "After Ego" es el primer poemario editado de Juan Fernández Rivero y muestra esa necesidad, esa vitalidad que da comenzar el camino que se quiere seguir recorriendo durante toda una vida. Su poesía gusta de los matices, de las sutilezas que golpean al lector, que lo someten y posee los sabores específicos del presente y los saberes –normalmente dolorosos y brutos- del instinto de la especie. Su poesía es fresca, osada -en las formas- y emotiva, una rara combinación de anclaje a la realidad radiada y a la realidad privada de la piel y la garganta. Es extrañamente combativa e íntima, precisa y preciosa, diamante en bruto y saber estético, impulso y meditación:

“La quemadura estaba situada
debajo de la base del pulgar;
no era aparatosa,
tampoco dejaría cicatriz
-su vida ya tenía cicatrices;
la noche se había vuelto 
a apoderar de sus extremos
y el pecho del otoño,
cuajando su vacío de calor,
se derramaba ya sobre las casas;
detrás de la ventana,
aupada en la quietud de cuatro hombros,
viajaba la estructura del amor
con su marca de culpa
y su charco de fiebre entre las piernas.”

Este poemario está editado por Libros.com tras una campaña de crowdfunding y goza de una impecable edición en formato apaisado, con una cubierta muy cuidada y acompañada por las fotografías obligatorias de Joao Pedro Pinto. También contiene un texto impecable y expansivo de Luna Miguel dedicado al libro: "After Ego" y a su autor: Juan Fernández Rivero. 

Lo he disfrutado todo.








martes, 29 de noviembre de 2016

“Alabanza” ¿Adivinanza? De Alberto Olmos




“Alabanza” es una novela editada en el 2014 donde un escritor reflexiona sobre la literatura y sobre sí mismo. El espacio que elige el autor para ello es un pueblo acabado, un secarral.

Alberto Olmos es su autor y mira en una bola de cristal para situarnos en el 2019 y darnos un pronóstico sobre la situación de la literatura. Guiñando el ojo adivina que el Premio Nobel de literatura será otorgado a Bob Dylan, aunque yerra el año, en la novela Bob lo consigue tres años antes, en 2013, coincidiendo con el fin, el auténtico fin de la literatura. Estamos en ese fatídico 2013 y la novela habla:

 “-Muérete, Bob Dylan.
Ni siquiera el pesimismo de Sebastian había interpretado acertadamente el aviso que aquella extravagancia suponía para la Literatura. A fin de cuentas, muchos escritores llevaban décadas ponderando los méritos literarios de Bob Dylan y, cuando obtuvo el premio, lo celebraron extasiados. La fenomenal polémica que se desarrolló en los medios de comunicación duró semanas y, al cabo, se dio por buena la tesis de que todo era literatura (la música, el cine, los cómics; hasta los videojuegos)”.

Los pasos están dados hacia un nuevo devenir de la literatura, apertura en canal, democratización, globalización, fenómenos potenciados a través de internet (blogueros, editoriales digitales, crowdfunding, autoedición, pensadores, replicantes…), Alberto lo llama la muerte de la literatura y ubica a su protagonista, Sebastian, como mártir de este nuevo fenómeno.

La novela comienza así:

 “-No estoy enamorado de ti.
            También dijo que en el pueblo no habría internet. Era una broma, claro. O un prejuicio. O simplemente mentira.”

Broma, Prejuicio y Mentira son las tres partes en que se divide la novela.

Primera parte. Broma.
Sebastian, escritor recién consagrado por el mercado tras la publicación exitosa de un bestseller huye con su novia Claudia al campo, al pueblo. Para reconciliarse con la buena literatura planea escribir un nuevo libro de cuentos que se llamará Las amadas donde evocará a las mujeres de su vida.
El planteamiento formal de esta parte de la novela me parece muy interesante; mientras cuenta la novela exhibe su trabajo como escritor, se pregunta, borra, corrige, arruga, y yuxtapone la evolución creativa de su recién comenzado proyecto con el fluir de la novela, con la evolución de otro personaje, Claudia, en sus paseos por el pueblo. Formalmente es un trabajo ímprobo y literariamente conmovedor. Un ejemplo, es la historia de Silvia:

“Aquella noche inaugural en el pueblo no consiguió acabar un cuento, no consiguió, en rigor, empezarlo. El fracaso de aquella primera noche se titulaba <Remache>. Ya remache no le acababa de precipitar a nada bueno. Pensó en <Tachuela> y luego en <Grapa>, y, cuando no se le ocurrieron más palabras para aquellos excitantes intrusos metálicos en el cuerpo de Silvia, supo que estaba haciendo algo mal” (…) “Lo único que le importaba, lo único que hacía a Silvia merecedora o damnificada de un relato era esa cosa tan particular que enderezaba o fijaba o daba esplendor a su espalda. Los clavos. Era el detalle que hacía de ella literatura. Era esa imagen de su cuerpo curvado sobre el colchón, mientras la mano de Sebastian repasaba con curiosidad teratológica los robóticos remaches de su espalda”.

Segunda parte. Prejuicio.
Aquí comienza un ajuste de cuentas con el pasado, una deuda que tiene Sebastian pero que había contraído previamente el escritor Alberto Olmos con su pueblo, con sus orígenes. Olmos mata al pueblo para domarlo, para exhibirlo ancestral y representarlo a su antojo, con la única presencia física de algunas viejas vestidas de negro. En la quietud del pueblo muerto los personajes se exhiben bajo el calor y aflora el recuerdo de la infancia, la familia, la pobreza cultural, la exaltación del trabajo manual y mecánico, el alejamiento del barniz de clase, todo se exhibe con dolor, con distancia y con sequedad. La trama cabalga, a veces galopa, pero no es la prioridad, la novela es más de ahondar en el personaje y escocerse. Un fragmento:

“Esta frivolidad involuntaria, según la cual su pasado y el pasado de ficción que ha recibido de los libros no son indistinguibles pero sí equivalentes, le confirma su blindaje contra la sentimentalidad más vulgar. Es un tanto inhumano, lo admite, se crió en este pueblo y no puede ni tan siquiera fingir que le emociona volver”.

Tercera parte. Mentira.
En la última parte se destapan algunos truenos de otros tiempos pero la sensación prioritaria es de aferramiento al presente, de justificación de ese presente. La mentira mayor será la de la literatura. En un mundo donde las cartas se ponen boca arriba el autor señala el ibex 35 de la literatura; el poder omnímodo del gran editor sabio y de su crítico de referencia y la posterior caída libre hacia un mundo fragmentado, sin criterio, ciego y sordo, el mundo de internet, las redes sociales, la autoedición y la crítica no especializada.

¿Adivinanza? ¿Aquí también actúa Olmos como mago Berlín o Dynamo? Realmente no lo creo, la gran literatura se repliega, casi desaparece en estos tiempos de creación de un nuevo orden pero se atisba su reaparición en algunas obras de autores nuevos. La literatura vibra con fortaleza allí donde no te la esperas y eso es una muy buena noticia. 







miércoles, 5 de octubre de 2016

Elvira buscando a Adelaida


Recuerdo aquel primer libro de Elvira Navarro “La ciudad en invierno” (Caballo de Troya, 2007) que comenzaba con un relato sobre una niña pequeña llamada Clara y la relación con su tía, la persona que estaba a su cuidado. El personaje de la niña tenía una dimensión grandiosa, psicológica y literariamente, me gustaría tenerlo aquí para releerlo.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces y la escritora ha publicado otros libros igual de interesantes: "La ciudad feliz" y "La trabajadora", utilizando una prosa cada vez más científica y expeditiva, más acabada, pero siempre que pienso en la prosa impoluta de Elvira me viene a la cabeza, sobre todo, ese primer relato que leí de la autora, los enormes matices psicológicos de la niña Clara y la indecisión y resignación de su tía. Resume muy bien su estilo.

Ahora Elvira ha querido encontrar a Adelaida García Morales en un libro polémico porque siendo ficción trata “Los últimos días de Adelaida García Morales” (o así se llama el libro aunque tampoco los trate mucho). Adelaida fue una escritora prudente, introvertida, poco amiga de la exhibición pública cuyo cuento “El sur” fue el causante de que su entonces marido Víctor Erice creara esa maravilla de película con el mismo nombre. En 1985 la autora ganó el Premio Herralde de novela con “El silencio de las sirenas” y a partir de aquí una Adelaida de 39 años comenzó su carrera literaria pública que duró hasta el 2001 con “El testamento de Regina”.

A mí me ha turbado el libro de Elvira Navarro, organizado por capítulos alternos que dedica a las dos mujeres que en ese momento se interesan por la historia de Adelaida, una realizadora que está grabando un documental sobre la autora y una concejal de cultura que tuvo un encuentro poco grato con Adelaida. La primera indaga (siempre a través de la ficción) la vida de Adelaida en boca de tres personas que la conocieron pero que no pertenecen al círculo íntimo de la autora, y la concejala piensa mientras se cuenta su vida, sus temores, sus carencias, exhibiendo su pobre condición moral/cultural. Además el libro consta de un Epílogo que es una especie de biografía de la vida de Adelaida que contiene también la transcripción de un podcast con la necrología de Adelaida donde conversa Javier del Pino con Luis Alegre y también con Alfonso Guerra que conoció a la autora en su juventud en el grupo de teatro sevillano Esperpento. También consta el libro de un apartado final que se llama: Aclaraciones donde la autora vuelve a incidir en el carácter ficticio del libro.

El libro consigue aproximarse a la mujer y a la escritora que fue Adelaida García Morales (siendo esta aproximación semificticia y parcial) con el fin de homenajearla e intenta mostrar a su vez el descuido institucional que nuestro país gasta hacia sus creadores, especialmente hacia los menos célebres. El experimento novelado de Elvira Navarro mantiene su prosa realista, concisa y psicológica de alto nivel pero es un libro que no hace vibrar, que no involucra excesivamente al lector y que no logra personajes realmente vívidos.

Elvira se ha puesto a buscar a Adelaida por todas las páginas de internet, por entre los significados de sus libros, buscando en las caras de la gente, en los límites entre razón y locura, en el anonimato y en la fama, paseando por los suburbios, pero no la ha encontrado, se le ha escapado por ese sur árido que ella conoce tan bien. Lo que sí creo que ha conseguido es reabrir la curiosidad de los lectores de este país por la literatura de Adelaida García Morales, o al menos, por su figura tan olvidada. Es de agradecérselo a Elvira.



miércoles, 21 de septiembre de 2016

Almudena Sánchez escribe: La acústica de los Iglús y yo lo leo

Es curioso, a veces, como nos vienen los libros. A mí La acústica de los Iglús de Almudena Sánchez me vino por casualidad hace unos días, lo vi de pasada en un tuit. Se trataba de la última apuesta de Alberto Olmos como editor invitado en la editorial Caballo de Troya y decía que era un libro de relatos donde: “(…) la narradora templa el estilo para poner del revés la trama mágica del mundo”, entonces lo compré. Podía estar bien, podía estar mal, podía estar ni bien ni mal. Su autora, Almudena Sánchez, era una chica alegre de una foto que había visto por ahí en la web, poca cosa para influenciarme positiva o negativamente. Nada sé de su escritura. Entonces comienzo a leerlo con la mayor neutralidad que en mi opinión se puede tener; la que te da enfrentarte a un libro desconocido de una autora desconocida.

El primer relato que leo es La señora Smaig y observo que empiezo a subrayar demasiado pronto algunas frases que saltan como resortes a mis ojos, recojo aquí algunas: “A los hospitales no vuelve casi nadie, aunque son el futuro de casi todo el mundo” o “¿Existe un salto más triste y más aplaudido que el del delfín?” Conforme paso de un cuento a otro tengo la impresión de que lo relatado crece en intensidad mientras yo crezco en asombro y en disfrute, porque Almudena te embulle de cabeza y con el agua fría a unos ambientes oníricos increíbles, a irrealidades juguetonas y algo amargas, a veces infantiles pero nunca inocentes, baratas o vulgares. Me impresiona su segundo cuento El frío a través de los engranajes -las imágenes delirantes crecen en mi mente-, y con Apuntes desde la bóveda celeste estoy rendida a su estilo tierno y brutal, educado, musical y tremendo; a partir de aquí ya no hay duda estamos ante un gran libro lleno de puertas y una buena escritora detrás.

J. Kafka, Eloy Tizón, J.S. Bach, S. Kierkegaard, influencias artísticas que van abriéndote cicatrices, emociones, constataciones, es imposible resumir aquí la cantidad de imágenes, de pensamientos, de matices con los que me encuentro mientras avanzo en mi lectura; La niña que busca en el interior de la piscina del Hotel Minerva al nadador ciego que vive allí, la astronauta recogiendo basura espacial de Apuntes desde la bóveda celeste, o la pianista de once años descubriendo la verdadera materialidad del amor en El arte incrustado. Almudena usa un optimismo engañoso, una trampa que yo desconozco pero que me gusta; en El triunfo Humano la protagonista vive momentos claustrofóbicos, nauseabundos y la belleza rabiosa, y lo que es revelador, el lector o lectora entregada también los siente, hay realismo que se toca y te revuelve el estómago, te descabala y te emociona. Me emociona. Este relato podéis leerlo en este enlace: http://revistaparaleer.com/tag/almudena-sanchez/
El último relato se llama Introducción al relámpago, en él Almudena nos habla de la inutilidad, del arte, del amor, de las lágrimas ¿Qué se puede hacer con una lágrima? ¡Ni lo imagináis!

“Las cosas son así: tienen su debido tiempo, su debido espacio, que deben coincidir debidamente. Lo demás es ficción.”

viernes, 9 de septiembre de 2016

Juan Mayorga: Teatro filosófico de andar por casa


Este verano he leído a Juan Mayorga, dramaturgo, filósofo y matemático, concretamente me he leído dos de sus obras de teatro: Cartas de amor a Stalin y La Paz Perpetua y ambas me han parecido necesarias.

Es posible que sólo la literatura que se sostiene en el pensamiento tenga sentido, en este caso el teatro de Juan Mayorga lo tiene, se trata de un teatro filosófico que utiliza temas de vigente actualidad y que son atemporales a la vez, el resultado vale mucho la pena. 

Leyendo Cartas de amor a Stalin se percibe la angustia del proscrito, encerrado sin encierro, el autor utiliza como personaje al escritor ruso Mijáil Bulgákov, quien tenía bastante fama en Rusia hasta que el régimen de Stalin consideró su obra peligrosa y dañina para el pueblo ruso, entonces las representaciones de sus obras se prohibieron y el autor fue marginado.
  
En esta obra Mayorga nos hace pasar por un proceso infernal donde el protagonista está en su casa escribiendo una carta al camarada Stalin para que le deje vivir de una de estas dos formas: o bien alzando el veto a su obra, o bien dándole la libertad junto a su esposa permitiéndoles salir de Rusia. La no contestación de Stalin se convierte en una obsesión y Bulgákov llega a mantener conversaciones con el Stalin que tiene en su cabeza rozando la locura.

En La Paz Perpetua los protagonistas son tres perros que compiten por conseguir ser miembros de un cuerpo policial de élite, el K9, un grupo de seguridad antiterrorista. La Paz Perpetua es un homenaje a Enmanuel Kant, es también el título de uno de sus libros donde Kant concluye que la paz perpetua es posible y se dará por puro egoísmo cuando la desconfianza entre los Estados sea tal que solamente la paz pueda asegurar la existencia de cada uno de ellos.

Llama la atención que el diálogo se lleve a cabo entre perros, desde cerebros de perros pero razonando a la manera humana, con la lógica y la frialdad del razonamiento humano. El lector se mantiene constantemente a la expectativa, obligado a pensar en cada momento.

Juan Mayorga en una entrevista al ser preguntado sobre el teatro afirmó que “si el teatro no es capaz de desestabilizar las convicciones del espectador, de ponerle ante buenas preguntas está siendo irrelevante”. No es el caso de su teatro.

Un fragmento de La Paz Perpetua:

Humano- (…) Ésta es una guerra metafísica, una guerra en el espíritu. ¿Razón o sombra, progreso o reacción, civilización o barbarie? ¿De qué lado está, Enmanuel?

Enmanuel- Sólo soy un perro.

Humano- Distinguir entre lo justo y lo injusto, eso hoy sólo puede hacerlo el corazón de un perro. Nunca el perro fue tan necesario al hombre. La humanidad está en peligro, no nos abandonen.”

martes, 19 de julio de 2016

Magistral, un libro de Rubén Martín Giráldez


Soy un pobre bebedor de venenos que ha visto a Dios y tiene una cara y un coco como un piano.

Un argumento sin trama, un rey escritor que cuenta sus hazañas literarias, un mago del aforismo, un analista perspicaz, un opinador sobre la lengua, la crítica, la realidad literaria, los lectores, lo anodino, lo eterno y lo humano con bastante clarividencia.

La lectura de Magistral te deja un poso de aquí qué pasa, un gusto a esto a qué sabe, regustos de culturas distintas, desde el Renacimiento y las obras más ensayísticas al descarnado siglo XX de Celine, Artaud o Manganelli.

Imagino que Rubén Martín Giráldez es un artista que tendrá mucho camino que recorrer, mucho más que decir, ojala revolucione o dicte un por dónde (el listón lo deja alto, de momento). En cualquier caso, con su última propuesta (tiene, al menos otra obra en la misma editorial llamada: Menos joven) estamos ante una novela fuerte, muy pensada, reflexiva y fuera de cualquier normalidad. Cada frase del libro es soberbia, cada pensamiento un volcán.

La editorial que se ha atrevido es Jekyll and Jill, una de las editoriales más arriesgadas e interesantes del panorama y demuestra con esta apuesta su exquisitez y buen ojo para mostrarnos obras realmente interesantes. Autor y editores conforman un  gran equipo, el material está muy cuidado. Lo demás, sumergirse de golpe en las aguas del libro. Un fragmento al azar:

“¿Constituía yo una respuesta? Igual no, pero estaba convencido de ser –a diferencia de ellos- destilado, quintaesencial brandy de anarquía; y vosotros venga a repetir papillas y a tomar leche controlada, a presumir de virtudes demográciles, de politique-verité. Encendíais salvas salvíficas a autores vacuos y la atmósfera olía a pelos socarrados o a muerte, según incineraseis a un muerto más o menos calvo”.

Magistral, un libro de Rubén Martín Giráldez.





sábado, 9 de julio de 2016

Georges Perec y su libro: "La vida instrucciones de uso"




Comienzas a leer a Georges Perec y los objetos se revolucionan, tan pronto te describe un salón como te mete en un cuadro contándote todos los detalles y te resulta complicado salir de allí.


Georges Perec, francés (1936-1982) es un grandísimo escritor y su obra muestra una forma de hacer única, posee un estilo exclusivo, no obstante es un autor poco traducido a nuestro idioma y casi todas las traducciones son bastante recientes.

La vida instrucciones de uso es considerada su obra maestra. Al leerlo me da la impresión de que a veces me leo el listado telefónico, hay historias magníficas, contadas soberbiamente y otros fragmentos como recetas médicas, descripciones de todo. El narrador (en tercera persona, omniscente) entra en una habitación, parece que estuviera haciendo una disección de todo lo que ve, describe los espacios, las paredes, los cuadros que toman vida, tapices magníficos que cuentan relatos históricos… puede ser incluso claustrofóbico en ocasiones y tiene un toque kafkiano pero con un lenguaje muy anclado a la realidad. En muchas ocasiones los pasajes de su libro son fotografías panorámicas como muñecas rusas.

Se trata de una novela que cuenta, detalla, describe, enumera, todos los aconteceres, espacios, utensilios, historias de sus habitantes durante distintas épocas, relacionadas con una casa parisina de la calle Simon-Crubellier. No es la lectura de playa más aconsejable si buscas algo que te entretenga pero si tienes curiosidad por los avances artísticos, si las vanguardias de los años sesenta te parecieron útiles, si hay una búsqueda en el lenguaje, en el significado del lenguaje, este escritor, este tipo Georges, francés, puede ser una buena opción.

Georges Perec (su apellido original fue Peretz y era hijo de judíos polacos, su madre y otros miembros de su familia fueron deportados de Francia y muertos en el campo de concentración de Auschwitz) es, era un tipo simpático, inteligentísimo, un escritor apabullante. Roberto Bolaño lo adoró y en parte le debe mucha de la frescura de su estilo, se aprecia directamente su influjo por ejemplo en las enumeraciones interminables de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, México, versus Santa Teresa en su libro póstumo: 2666.

La vida instrucciones de uso es Imposible de asumir, de digerir en su totalidad, si te empeñaras a tiempo completo -yo diría que en un lapsus de tiempo de cinco años, trabajándolo arduamente- los resultados podrían ser increíbles pero no me cabe mucha duda que anularía a cualquiera como escritor o como crítico (incluso como lector) porque las palabras se desubicarían influenciadas hasta la médula por él.

Georges Perec tardó nueve años en escribir esta su obra maestra (1969-1978) y pocos me parecen viendo el resultado. Yo lo leo y existe una losa entre el libro y mi comprensión, necesito esforzarme para seguir pero ante multitud de mini historias que contiene mi asombro se multiplica y mi admiración ante su técnica, su eficacia y su imaginación también.

Un tipo francamente interesante.

martes, 21 de junio de 2016

Grecia en tu casa: “Me gustaría” de Amanda Mijalopulu







Poco se conoce de la literatura griega contemporánea, pareciera muda o muy sobrepasada por su esplendoroso pasado en obras y autores.

En 2012 la editorial Rayo verde editó el libro “Me gustaría” de la escritora griega Amanda Mijalopulu (1966), autora consagrada en su país, convirtiéndose en la primera obra de esta artista editada en España. El libro venía avalado por el premio de Literatura Internacional de la National Endowment for the Arts.

Hace poco cayó en mis manos y al abrirlo vi que estaba ante un libro de relatos (trece en concreto) pero esta afirmación no duró, con su lectura el libro creció, se convirtió en otra cosa, se le veían las costuras.

Lo primero que percibí fue que tras un estilo ágil y sencillo, potenciado por el uso masivo del diálogo de forma muy inteligente y directa, Amanda Mijalopulu había realizado una obra de ingeniería con cada palabra, que había experimentado con distintas voces narrativas, imaginativas, poderosas. Pero lo más increíble fue observar como el desarrollo narrativo clásico lineal había desaparecido para traer una narración que supera la división en relatos, para traernos una forma abierta donde el lector tiene algo que decir, mucho que conjeturar y unir, e incluso fragmentos que rechazar en su cerebro. En sus historias existen curiosas referencias a objetos que saltan de un relato a otro (una boina roja, un gato de cerámica con un ovillo…), de igual forma los personajes (Stella, Jristina…) pasan de una historia a otra sin estridencias, a veces intuyéndolos, o alcanzando puntos de vista muy alejados.

El lector tiene que tomarse la molestia de completar en su cabeza la historia, o la novela no escrita, el engendro, rechazando partes y completando otras con su interpretación. Esto yo nunca lo había visto antes y me ha parecido fantástico. 

Como lectora agradezco la osadía de buscar nuevos caminos para conmover y para hacernos cómplices de la evolución de la literatura.

Hacía el final del libro he sufrido un cansancio del truco o un exceso de información inverosímil (flirtea en ocasiones con el surrealismo y con la simple contradicción) pero el planteamiento, el trabajo ímprobo, el resultado de conjunto lo celebro y disfruto con alegría y curiosidad sincera. Es una obra muy recomendable.

Un fragmento:
Y la sensación de ardor se le extendió por la cintura, luego le subió por la espalda, hasta llegar al pelo. Realmente ardiente. Muy ardiente. Por todos lados.
-Muchacho, ¿cuánto llevabas sin hacerlo?
-No llevo la cuenta. No me interesan los récords
-No, claro –dijo la mujer, y resopló sobre su nuca-. ¿Quieres repetir?

Hacen el amor delante de los jubilados que leen el periódico con las gafas en la punta de la nariz. Delante de la camarera que vuelve a llenarme el vaso de agua. Delante de mi hija, que está durmiendo en el cochecito y ahora entreabre un ojo.
-¿Ya te has despertado, cielo? No vas a dejar que mamá encuentre un relato decente, ¿verdad?”.


miércoles, 15 de junio de 2016

El idiota de Fiedor Mijailovich Dostoievski




Leyendo a Dostoievski en su libro -enorme en varios sentidos- “El idiota” me he planteado la función de la literatura, de esta literatura en el tiempo en el que fue publicada (entre 1868-1869) y leo que se publicó por partes para una revista rusa llamada: El mensajero ruso, y esto me hace entender mejor las dimensiones y el carácter del libro y como es inapropiada para el mundo actual donde las series, los programas de cotilleo, los programas seudo políticos, internet y su información rápida y no excesivamente sesuda nos quita el tiempo, nos distrae demasiado bien para buscar otros entretenimientos anacrónicos. 

“El idiota” y toda la obra de Dostoievski pertenece a ese tipo de libros que tan pronto te sorprenden como te sorprendes pensando en otras cosas mientras lees. Este tocho decimonónico contiene tanta paja como calidad y por eso quizá sea pasto del tiempo, esperará en los estantes momentos mejores o a gente excesivamente curiosa, pero lo que es claro es que este tipo de novela casa mal con la vida moderna aunque haya propuestas actuales que sigan esta estela (sobre todo si al número de páginas nos referimos).

Hoy me he topado con una mini entrevista del escritor Héctor Abad Faciolince que viene al caso porque en ella dice que no tiene paciencia ya para leer obras de 500 páginas, http://cultura.elpais.com/cultura/2016/10/26/babelia/1477507330_773594.html (esta sobrepasa las seiscientas). 

Somos hijos e hijas de nuestro tiempo aunque asomarse al Dostoievski psicológico, reflexivo e inabarcable no viene nada mal (aconsejo en caso de vagancia u otras enfermedades que tengan que ver con el tiempo leer la primera parte y si hay ánimo la última).

En "El idiota", un joven príncipe Nikolai Andréievich Pávlischev, epiléptico (como el autor que también lo era) vuelve de Suiza donde ha estado tratándose de su enfermedad muchos años, regresa con un hatillo y solo, más solo que la una, a las frías noches de San Petersburgo y de Pàvlousk. Su idiotez no es tal, su carácter enfermizo y débil son el caparazón de una persona noble (en el sentido de ético y justo). Impresiona, por ejemplo, sus filosofías sobre la pena de muerte (capítulo V del Libro Primero) donde cuenta que en Francia vio como un hombre era llevado al patíbulo, describe la imagen y al lector se nos hiela el cuerpo y el alma, máxime si conocemos que al autor en la vida real le pasó algo muy similar a lo que cuenta: condenado a muerte se le conmutó la pena frente al patíbulo, a última hora. Dice el protagonista: “¡Es extraño que en los últimos segundos son muy pocos los que se desmayan! Al contrario, la cabeza vive y trabaja terriblemente, con mucha, con muchísima fuerza, como una máquina puesta en movimiento, me imagino que golpean en ella diversos pensamientos, todos incompletos y acaso ridículos (…) No obstante, lo sabe todo y todo lo recuerda, hay un punto que es imposible olvidar, y es imposible desmayarse, y todo gira en torno a ese punto. ¡Y pensar que esto es así hasta el último cuarto de segundo, cuando la cabeza está ya sobre el tajo y espera, y… sabe, y de pronto escucha por encima de él cómo resbala la cuchilla! ¡Porque la oye infaliblemente! ¡Puede ser una décima de segundo, pero lo oye!”.

El carácter psicológico de los personajes, las conversaciones interminables, los monólogos dentro de la conversación, la infinidad de escenas corales que contiene delata que estamos ante una forma de hacer novela y literatura monstruosa, grande, que abarca todos los ámbitos de la vida. 

Bolaño abogaba por la gran novela (que se caracteriza no sólo por el número de páginas) y así fue como concibió sus dos obras más celebradas: “Los detectives salvajes” y “2666”. Pero este escritor también es un caso de otro siglo.

sábado, 11 de junio de 2016

Retrotrayéndonos a los principios a ver si nos ayudan a continuar: “Los persas” de Esquilo.




He vuelto a la literatura griega con Esquilo, el primero de nuestros clásicos, con su tragedia más antigua: “Los persas”, y he encontrado dolor y desconcierto. Se trata de la única obra de entre todas las conservadas de los tres trágicos que se inspira fuera del canon mitológico.

Está basada en la primera de las guerras púnicas entre persas y griegos, siendo derrotados los primeros. Cuenta la batalla desde el punto de vista de la derrota, desde Persia. Todo un pueblo esperando a los guerreros victoriosos que nunca regresarán a casa, solamente volverá el rey Jerjes derrotado y hundido cumpliendo el oráculo.

Los personajes son: el Coro de ancianos persas, la Reina Viuda (la mujer del rey Darío y madre de Jerjes que carece de nombre propio y de consuelo), Un Mensajero portador de los malos augurios, el Rey muerto Darío llamado en el drama Sombra que regresa de la tumba para ser informado del infortunio de su pueblo y el joven Rey de Persia Jerjes que volverá andrajoso y muerto de vergüenza y será recibido al final del drama por un tumulto de ancianos temerosos y perdidos, el verdadero pueblo persa vivo (obviando a las mujeres y a los niños). Una derrota en toda regla.

Esquilo presenta al pueblo griego ayudado por Zeus mientras su enemigo se hunde en la miseria (sin hacer excesivo escarnio pero transmitiendo toda la angustia posible de un pueblo vencido). No puedo sino pensar en la guerra como en el horror más antiguo del mundo y el más recurrente en todos los tiempos, incluido el nuestro tan retro e inhumano (hemos retrocedido en los últimos años acogiendo conceptos propios del mundo antiguo como enemigos, botín de guerra, mujeres cautivas, esclavas de guerra, etc).

Voy a continuar transcribiendo algunos fragmentos de la tragedia, Darío, el Rey muerto, el padre, La Sombra, viene del Hades para tener una conversación con su mujer e informarse del infortunio de su pueblo y de su saga, sentenciando al enterarse de la siguiente manera:

“Sombra.- Montones de cadáveres, hasta la tercera generación, indicarán sin palabras a los ojos de los mortales que cuando se es mortal no hay que abrigar pensamientos más allá de la propia medida”.

Finalmente Jerjes llega a la ciudad sin boato, sin casi séquito y horrorizado por todo lo vivido. Los ancianos de la ciudad que son el coro y él se lamentan juntos ¿este fragmento se interpretó con recitativo, con canto más florido, con cuántas voces, qué tipo de voces? hemos perdido las claves para disfrutar de la tragedia griega con todo la intensidad emocional con la que fue creada, nos conformaremos con saborear la lectura de su texto y añadirle imaginación:

“Jerjes.- ¡Inunda tus ojos de lágrimas!
Coro. - ¡Los tengo empapados!
Jerjes.- ¡Grita, sí, como eco a mis gritos!
Coro.- ¡Ay, ay, ay, ay!
Jerjes.- entre lamentos marcha a tu casa…
Coro.- ¡Ay, ay, tierra persa, difícil de andar para mí! (…)
Jerjes.- ¡Ay, pena y dolor de los que murieron! ¡Ay, pena y dolor sobre nuestros navíos de guerra!
Coro.- Te despediré con tristes gemidos

            (El Coro abandona la escena, Jerjes queda solitario y batido. Segundos después entra en el palacio.)"

Y aquí termina "Los persas" de Esquilo. 

Han llegado hasta nosotros otras siete tragedias de Esquilo que están siendo de gran interés para mí y me resultan más cercanas hoy que en décadas anteriores puesto que nuestro mundo es ahora más convulso y cambiante y se reconoce más próximo al mundo antiguo en lo salvaje, lo guerrero, y en la depreciación de la vida humana. Por otro lado recupero los orígenes del teatro, observo como Esquilo fija el género trágico griego que fue precursor del resto de géneros dramáticos posteriores. 







jueves, 9 de junio de 2016

Henry James está vivo



Henry James (Nueva York, 1843 -Londres 1916) está vivo 100 años después de su muerte. Sus nouvelles, sus novelas más complejas tienen una fuerza contemporánea sorprendente (aunque si lo lees en español depende de las traducciones).
Recientemente he leído sus obras: ¡Pobre Richard!, El mentiroso, Cuatro encuentros, Diario de un hombre de cincuenta años (todas en ediciones recientes, cuidadas, cómodas, con muy buena traducción y baratas, de la editorial Funambulista). También he leído Otra vuelta de tuerca, Retrato de una Dama y La lección del maestro y, en general, me han parecido escalofriantemente perfectas.
Resaltaría Cuatro encuentros, aproximadamente 100 páginas con letra grande, una estructura cerrada, sin palabras de más, cómoda de leer, precisa, dice y calla con vértigo, crea una adicción soportable, horroriza y te indigna, me ha encantado. Recomendaría a un lector que quiera acercarse a la literatura de Henry James sus pequeñas apuestas, las más complejas pueden esperar.
El estilo de James es astuto, sobrio y práctico, la literatura actual tiene que seguir bebiendo de él. El escritor Colm Tóibín que escribió una novela sobre la vida de James llamada The Máster  dijo: “Todos los autores contemporáneos son deudores de su obra, lo hayan leído o no”. Y yo añadiría que todos los lectores hemos leído a Henry James sin llegar a abrir uno de sus libros porque la literatura posterior a él pasa, forzosamente, por su ajuste y su cálculo.
Pero yo recomiendo el original, sin filtros. 
¡Mejor que un taller de escritura!


jueves, 19 de mayo de 2016

"La mujer de sombra" de Luisgé Martín



No había leído nunca nada de Luisgé Martín, exceptuando algunos artículos y reseñas de libros y la sorpresa ha sido muy grande. Me lo recomendó Alberto Olmos en su blog, también leí buenas críticas del libro por otros críticos y me tiré a la piscina de: “La mujer de sombra”. El impacto lo noté desde el primer párrafo, tiene Luisgé una prosa madura, cuidadísima, un vocabulario afinado y un gran sentido de la estructura narrativa. Es difícil encontrar en esta obra palabras de más, parrafadas sobrantes tan “casi” inevitables en la literatura universal. El argumento progresa con una necesidad absoluta, todo a su debido tiempo, la historia es cruda, muy cruda, un homenaje (consciente o no) a la obra cumbre de Nabokov “Lolita”, y como en esta, en “La mujer de sombra” el horror, todas las obsesiones sexuales, los fetichismos, van resquebrajando al lector, hundiéndolo en una consciencia de realidad, en un destape de alguna clase de ignorancia, en su propia aberración. Evoluciona el libro y crece el declive de todo; del protagonista, de su relación de pareja, de la normalidad que alguna vez existió. El lenguaje, la precisión de los adjetivos, las ideas clarísimas: “Eusebio siempre ha creído, desde que era niño, en la satisfacción que da la virtud, en la felicidad que se consigue a través de las obras del espíritu: amar a alguien, leer un libro, escuchar a Schubert, llegar a una ciudad desconocida. Ahora, por primera vez en su vida, comprende el placer que pude hallarse en la vileza, en la humillación, en la indignidad. Es un pensamiento fugaz, una impresión indefinida, desdibujada.”
“La mujer de sombra” es una obra con un porte clásico, impecablemente pensada y escrita que daña al lector fuertemente, lo castiga en su comodidad y en su ceguera zarandeándolo, zarandeándonos.

Gracias, Luisgé Martin.

viernes, 29 de abril de 2016

LEO A VIRGINIA WOOLF



Leo a Virginia Woolf, su novela “Orlando”, y todo sucede como pasan los días, como sopla el viento, con todo el vocabulario, eso sí, con toda la vida y la pasión y la cabeza.

Mientras leo a Virginia Woolf en su novela “Orlando”  escucho la banda sonora de la película: “Las horas” que trata de ella, banda sonora de Philip Glass y me doy cuenta de que ha sabido captar casi mágicamente el fluir de la conciencia, la rabiosa necesidad de gritar de la propia Woolf, y ojalá yo pudiera en una mínima parte, en una milésima parte, poder transmitir esa vocación de grito profético, de voz decidida a decir cada día: La vida, la única vida, los días, el cielo en todas sus versiones, las estaciones exigiéndose en cada decorado, los personajes mirando, pensando. Y que dijera verdad, que me creyera la propia vida difícil de engañar, los propios vivos y que fuera útil para seguir el proceso, la cadena, la eterna canción del tiempo y del espacio, la lucha de cada día, de cada persona, y el amor, y el amor a la vida, y saber lo que es vivir, y también lo que es amar, y por qué no, también lo que es pensar. Y lo que se pierde o se gana haciendo todas estas cosas.

Descubro a Virginia Woolf en toda su inteligencia. Prosigamos con el descubrimiento.