“Alabanza” es una novela editada en el 2014 donde
un escritor reflexiona sobre la literatura y sobre sí mismo. El espacio que
elige el autor para ello es un pueblo acabado, un secarral.
Alberto Olmos es su autor y
mira en una bola de cristal para situarnos en el 2019 y darnos un pronóstico
sobre la situación de la literatura. Guiñando el ojo adivina que el Premio Nobel
de literatura será otorgado a Bob Dylan, aunque yerra el año, en la novela Bob
lo consigue tres años antes, en 2013, coincidiendo con el fin, el auténtico fin
de la literatura. Estamos en ese fatídico 2013 y la novela habla:
“-Muérete, Bob Dylan.
Ni siquiera el pesimismo de
Sebastian había interpretado acertadamente el aviso que aquella extravagancia
suponía para la Literatura. A fin de cuentas, muchos escritores llevaban
décadas ponderando los méritos literarios de Bob Dylan y, cuando obtuvo el
premio, lo celebraron extasiados. La fenomenal polémica que se desarrolló en
los medios de comunicación duró semanas y, al cabo, se dio por buena la tesis
de que todo era literatura (la música, el cine, los cómics; hasta los
videojuegos)”.
Los pasos están dados hacia
un nuevo devenir de la literatura, apertura en canal, democratización,
globalización, fenómenos potenciados a través de internet (blogueros,
editoriales digitales, crowdfunding, autoedición, pensadores, replicantes…), Alberto lo
llama la muerte de la literatura y ubica a su protagonista, Sebastian, como
mártir de este nuevo fenómeno.
La novela comienza así:
“-No estoy enamorado de ti.
También dijo que en el pueblo no habría internet. Era una
broma, claro. O un prejuicio. O simplemente mentira.”
Broma, Prejuicio y Mentira son
las tres partes en que se divide la novela.
Primera
parte. Broma.
Sebastian, escritor recién
consagrado por el mercado tras la publicación exitosa de un bestseller huye con
su novia Claudia al campo, al pueblo. Para reconciliarse con la buena
literatura planea escribir un nuevo libro de cuentos que se llamará Las amadas donde evocará a las mujeres
de su vida.
El planteamiento formal de
esta parte de la novela me parece muy interesante; mientras cuenta la novela
exhibe su trabajo como escritor, se pregunta, borra, corrige, arruga, y
yuxtapone la evolución creativa de su recién comenzado proyecto con el fluir de
la novela, con la evolución de otro personaje, Claudia, en sus paseos por el
pueblo. Formalmente es un trabajo ímprobo y literariamente conmovedor. Un
ejemplo, es la historia de Silvia:
“Aquella noche inaugural en
el pueblo no consiguió acabar un cuento, no consiguió, en rigor, empezarlo. El
fracaso de aquella primera noche se titulaba <Remache>. Ya remache no le
acababa de precipitar a nada bueno. Pensó en <Tachuela> y luego en
<Grapa>, y, cuando no se le ocurrieron más palabras para aquellos
excitantes intrusos metálicos en el cuerpo de Silvia, supo que estaba haciendo
algo mal” (…) “Lo único que le importaba, lo único que hacía a Silvia
merecedora o damnificada de un relato era esa cosa tan particular que
enderezaba o fijaba o daba esplendor a su espalda. Los clavos. Era el detalle
que hacía de ella literatura. Era esa imagen de su cuerpo curvado sobre el
colchón, mientras la mano de Sebastian repasaba con curiosidad teratológica los
robóticos remaches de su espalda”.
Segunda
parte. Prejuicio.
Aquí comienza un ajuste de
cuentas con el pasado, una deuda que tiene Sebastian pero que había contraído
previamente el escritor Alberto Olmos con su pueblo, con sus orígenes. Olmos mata
al pueblo para domarlo, para exhibirlo
ancestral y representarlo a su antojo, con la única presencia física de algunas
viejas vestidas de negro. En la quietud del pueblo muerto los personajes se
exhiben bajo el calor y aflora el recuerdo de la infancia, la familia, la
pobreza cultural, la exaltación del trabajo manual y mecánico, el alejamiento
del barniz de clase, todo se exhibe con dolor, con distancia y con sequedad. La
trama cabalga, a veces galopa, pero no es la prioridad, la novela es más de
ahondar en el personaje y escocerse. Un fragmento:
“Esta frivolidad
involuntaria, según la cual su pasado y el pasado de ficción que ha recibido de
los libros no son indistinguibles pero sí equivalentes, le confirma su blindaje
contra la sentimentalidad más vulgar. Es un tanto inhumano, lo admite, se crió
en este pueblo y no puede ni tan siquiera fingir que le emociona volver”.
Tercera
parte. Mentira.
En la última parte se
destapan algunos truenos de otros tiempos pero la sensación prioritaria es de
aferramiento al presente, de justificación de ese presente. La mentira mayor
será la de la literatura. En un mundo donde las cartas se ponen boca arriba el
autor señala el ibex 35 de la literatura; el poder omnímodo del gran editor
sabio y de su crítico de referencia y la posterior caída libre hacia un mundo
fragmentado, sin criterio, ciego y sordo, el mundo de internet, las redes
sociales, la autoedición y la crítica no especializada.
¿Adivinanza? ¿Aquí también actúa Olmos como mago Berlín o Dynamo? Realmente no lo creo, la gran literatura se repliega, casi desaparece en estos tiempos de creación de un nuevo orden pero se atisba su reaparición en algunas obras de autores nuevos. La literatura vibra con fortaleza allí donde no te la esperas y eso es una muy buena noticia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario