Me he sumergido estos días
en la gran obra de Ágota Kristof, su trilogía: “El gran cuaderno” “La prueba” y
“La tercera mentira”. Es una obra perturbadora, una escritura que te atraviesa usando
un lenguaje sencillo, de frase corta y carente de lirismo, sólo sobriedad, en
un francés desnudo. Son tres libros que se entrelazan con los mismos
protagonistas, en el primero de ellos dos gemelos Klaus y Lucas son llevados
por su madre fuera de la capital donde habían vivido hasta ese momento para
dejarlos con su abuela en una casa situada junto a la frontera. Mantienen una
relación descarnada con ella y con todo el mundo. En el libro el horror entra
como en la vida, de un momento a otro y lo cambia todo. Leyendo “El gran
cuaderno” he sentido golpes como si de verdad se derrumbara el mundo.
“El gran cuaderno” está
escrito por la voz conjunta de los dos gemelos protagonistas, en primera
persona del plural y al ser niños los protagonistas todo lo que en esas páginas ocurre es más sobrecogedor. No hay sentimientos apenas, sin
embargo cuando menos preparados estamos aparece un sentimiento de compasión por
cara liebre, una niña mendiga que busca que la amen o que la follen.
Inolvidable, no creo que nadie pueda leer este libro y no
guardar algún momento, alguna imagen para la posteridad. Es un
libro que se lee y se imagina, es muy gráfico, como un cuadro.
“La prueba”, su segundo
libro, prosigue con el estilo concreto, de frase exigua, de palabras que
significan mucho. Aquí el protagonista no es plural, es Lucas, el gemelo que se
queda en la ciudad del este bajo el régimen comunista. En esta historia se
comienza con la imposibilidad de reacción de Lucas ante el dolor de la pérdida, y desde la
soledad más absoluta va mudando su vida interrelacionando con otros semejantes. Transitará entre
la bondad de vivir por otros a la crueldad de actuar sin prejuicios morales. Un personaje enmarcado en un contexto, víctima y verdugo de
sus decisiones, de sus sentimientos.
En su tercer libro "La tercera mentira" rebosa
extrañeza, rebosa mentira y cuanto
más avanzas en la lectura más ves la mentira por todos lados, ya no sabes qué
es verdad y qué no lo es. Ves la mentira de la vida y la fragilidad y la
frustración y la derrota, o sea, la vida derrotando a los dos hermanos.
Esta obra de Ágota es una
obra gestada desde el recuerdo doloroso de la guerra, del hambre, del recuerdo no
querido y del olvido necesario, sería difícil imaginarla desde el confort adormilante del bienestar. Con ella la autora consiguió una hazaña, tres
libros complementarios pero muy diferentes sin perder un ápice de valor, de arte.
Ágota sabía qué era lo que tenía
que contar y eligió cómo contarlo. El resultado es para helar la sangre. A una artista cómo ella se le da un cuaderno, un idioma nuevo (el francés) y todos los recuerdos
y se le deja crear.
Tres libros que se
complementan pero que no tienen nada que ver. Si ya es difícil escribir un buen
libro, ponle una segunda parte y bórdalo y ponle una tercera más y dale una
vuelta de tuerca que nadie espera.
Para mí es una gesta grande,
para mí Ágota Kristof es una grandísima escritora.