No
había leído nunca nada de Luisgé Martín, exceptuando algunos artículos y
reseñas de libros y la sorpresa ha sido muy grande. Me lo recomendó Alberto
Olmos en su blog, también leí buenas críticas del libro por otros críticos y me
tiré a la piscina de: “La mujer de sombra”. El impacto lo noté desde el primer
párrafo, tiene Luisgé una prosa madura, cuidadísima, un vocabulario afinado y
un gran sentido de la estructura narrativa. Es difícil encontrar en esta obra
palabras de más, parrafadas sobrantes tan “casi” inevitables en la literatura
universal. El argumento progresa con una necesidad absoluta, todo a su debido
tiempo, la historia es cruda, muy cruda, un homenaje (consciente o no) a la
obra cumbre de Nabokov “Lolita”, y como en esta, en “La mujer de sombra” el
horror, todas las obsesiones sexuales, los fetichismos, van resquebrajando al
lector, hundiéndolo en una consciencia de realidad, en un destape de alguna
clase de ignorancia, en su propia aberración. Evoluciona el libro y crece el
declive de todo; del protagonista, de su relación de pareja, de la normalidad
que alguna vez existió. El lenguaje, la precisión de los adjetivos, las ideas
clarísimas: “Eusebio siempre ha creído,
desde que era niño, en la satisfacción que da la virtud, en la felicidad que se
consigue a través de las obras del espíritu: amar a alguien, leer un libro,
escuchar a Schubert, llegar a una ciudad desconocida. Ahora, por primera vez en
su vida, comprende el placer que pude hallarse en la vileza, en la humillación,
en la indignidad. Es un pensamiento fugaz, una impresión indefinida,
desdibujada.”
“La
mujer de sombra” es una obra con un porte clásico, impecablemente pensada y escrita
que daña al lector fuertemente, lo castiga en su comodidad y en su ceguera
zarandeándolo, zarandeándonos.
Gracias,
Luisgé Martin.
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