Soy
un pobre bebedor de venenos que ha visto a Dios y tiene una cara y un coco como
un piano.
Un
argumento sin trama, un rey escritor que cuenta sus hazañas literarias, un mago
del aforismo, un analista perspicaz, un opinador sobre la lengua, la crítica, la
realidad literaria, los lectores, lo anodino, lo eterno y lo humano con
bastante clarividencia.
La
lectura de Magistral te
deja un poso de aquí qué pasa, un gusto a esto a qué sabe, regustos de culturas
distintas, desde el Renacimiento y las obras más ensayísticas al descarnado siglo
XX de Celine, Artaud o Manganelli.
Imagino
que Rubén Martín Giráldez es un artista que tendrá mucho camino que recorrer,
mucho más que decir, ojala revolucione o dicte un por dónde (el listón lo deja
alto, de momento). En cualquier caso, con su última propuesta (tiene, al menos
otra obra en la misma editorial llamada: Menos
joven) estamos ante una novela fuerte, muy pensada, reflexiva y fuera de
cualquier normalidad. Cada frase del libro es soberbia, cada pensamiento un
volcán.
La
editorial que se ha atrevido es Jekyll and Jill, una de las editoriales más
arriesgadas e interesantes del panorama y demuestra con esta apuesta su exquisitez
y buen ojo para mostrarnos obras realmente interesantes. Autor y editores
conforman un gran equipo, el material está muy cuidado. Lo demás,
sumergirse de golpe en las aguas del libro. Un fragmento al azar:
“¿Constituía
yo una respuesta? Igual no, pero estaba convencido de ser –a diferencia de
ellos- destilado, quintaesencial brandy de anarquía; y vosotros venga a repetir
papillas y a tomar leche controlada, a presumir de virtudes demográciles, de
politique-verité. Encendíais salvas salvíficas a autores vacuos y la atmósfera
olía a pelos socarrados o a muerte, según incineraseis a un muerto más o menos
calvo”.
Magistral, un
libro de Rubén Martín Giráldez.
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