Leer a
Fernanda Melchor es una alegría, una cruda y cruel alegría. Destaca su estilo
muy propio, maduro y muy forjado. Escritores anteriores como García Márquez (el
que se reinventa con “El otoño del Patriarca”) o Saramago serían espejos donde
igualarse, donde traspasar. Su mundo
son mundos delirantes pero lamentablemente reales, más reales de lo que puedas ver
aguzando tu vista, y eso emociona mucho y horroriza.
Me
parece una escritora volcán que te enrola en sus historias llevándote más allá,
tú vas más allá, lo ves, lo catas, te retiras para no ser alcanzada, te
reservas, no das crédito y quieres y estás yendo y llegas a todos los finales
quitándote el pudor y la máscara implantada por la sociedad, la máscara de
hombre o mujer a medias, pero como lector andas el camino que ella te muestra hasta
donde puedes, imaginando lo que puedes.
Personalmente
creo que es catártico leerla -como con los grandes-, háganlo, ojeen, tiemblen, rómpanse.
Destaco
las dos últimas novelas: “Temporada de Huracanes” y “Paradais”, dos ejemplos
brutos del mundo que parece que estamos a punto de dejar, una aproximación a la
normalidad que no es normal, a la vida que no parece vida, a la violencia, a la
cultura autóctona, a la desigualdad que se instala frente a tus ojos y te hace
llorar.
No
sabemos cómo es el futuro que ya está aquí pero les propongo aprender de este
presente manido y roto, del México más auténtico, de la violencia como trofeo
que todos plantamos en la estantería de nuestra casa.
Leedla,
nunca os dejará “ni fu ni fa”, y esto es muy de agradecer en una realidad
lineal, de reivindicaciones baratas y estilos repetidos como si se tratara de
la misma Inteligencia Artificial haciendo de las suyas.
Huyan
del aburrimiento mortal de no leerla (suele escribir cortito).
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