“¡Ríndase!,
me dijeron todos esos hombres juntos, y he de reconocer que en cuanto vi sus
puños me faltó el valor y me rendí. Me arrodillé y bajé los brazos, y fue
entonces cuando cayeron sobre mí.”
La
última novela de Ray Loriga peca de sencillez ¡Bendito pecado! A veces buscando
la complicación encontramos también la estupidez más absoluta.
Un
narrador sin nombre, de sentencia clara y contundente que nos cuenta su
historia en primera persona, con una voz que recuerda al buen Cela, a un
Pascual Duarte menos sanguino, más domesticado.
Sin
darte cuenta vas recibiendo golpes suaves y tremendos con la lectura de este
libro. Un hombre que vive junto a su mujer y ambos cuidan de un niño que no es
su hijo, una familia tristemente plena en medio de una guerra que les va
quitando todo. Un mundo en guerra y autoritario donde no aparece directamente la guerra, donde sobra quien disiente; Una distopía sin alardes.
Finalmente
una ciudad transparente bajo una cúpula donde siempre es de día, un diseño
genial y monstruoso de nuestros tiempos impolutos; Tras un proceso de cristalización
los seres humanos pierden su olor y quizá algo más de su naturaleza. Todo
transparente, por las paredes vemos tuberías transparentes, mierda inodora, al
vecino, a la familia desde el ascensor. Hemos perdido también nuestro instinto,
ya no nos revolvemos si nos azuzan, si nos vejan, si nos golpean.
J.G.
Ballard, Saramago, Cela, siempre Kafka. El jurado del premio Alfaguara que le
ha otorgado el premio por mayoría dijo, entre otras cosas, que era una parábola
de nuestras sociedades expuestas a la mirada y al juicio de todos.
“Según te ibas familiarizando con cada
asunto, ya fuera el trabajo o lo que pasaba en casa, no podías oponer
resistencia alguna, pues en cada detalle encontrabas a tu pesar mil motivos
para la tranquilidad más profunda y todo funcionaba siempre a las mil
maravillas. Y si había que pasarse el día trasladando mierda lo hacías
encantado, y si había que soportar cada noche la visita de un joven apuesto que
le tiraba los tejos a tu señora mientras mareaba a tu chiquillo, pues con
patatas te lo comías y no pedías otra ración de milagro, (…)”
Una
metáfora portentosa de un mundo donde ya la felicidad constante ha sustituido a
cualquier consciencia de manipulación. Rendición es mucho más que un título,
una pelota de goma en la cara, un gargajo sobre la cabeza y una retirada de
libro, ni honrosa ni cobarde.
“Y eso es algo que en la ciudad
transparente existe como en ningún otro lugar que yo haya conocido, la
claridad. Y de la claridad se puede tener buena o mala opinión pero es evidente
que cuando es tan excesiva y se convierte en la única condición, engulle todos
los secretos, todos los misterios y todos los deseos. Y de tanto verlo todo ya
no quiere uno prestarle atención a nada.”
Me
ha gustado.
Ray Loriga se reinventa.
Ray Loriga se reinventa.
Parece que tiene buena pinta. Gracias.
ResponderEliminar