El siglo XXI es el
siglo de los engendros literarios no revolucionarios, hay en pie una revuelta
contra las formas literarias clásicas, cosa que apoyo aquí abiertamente. Es
fácil encontrarse en el mercado actual con experimentos literarios que prueban
a mezclar distintos géneros en uno, normalmente sin ofender a ninguno de ellos,
es decir, que se entremezclan todos con amor y crean híbridos hermosos. Los
escritores de esta ornada, los que tendrán, en mi opinión, más posibilidades de
ser un puente al futuro prueban a saltarse límites, aunque normalmente siendo
muy correctos -exceptuando a Rubén Martín Giráldez que los dinamita-. Esta idea
de la corrección envuelta en progreso, en arte hacia el mañana, es una idea
sustanciosa que el tiempo desgranará mejor que yo.
Aixa de la Cruz en
“Cambiar de idea” experimenta, que es lo que tiene que hacer, a través de una
escritura supuestamente rápida, revisando su propia vida, se adentra como
protagonista en el mundo de la autoficción, de las memorias o confesiones, del
ensayo y de la crónica callejera. También se
estrena como feminista. Y para envolver este regalo que es su libro elige la división capitular tradicional
en seis partes.
Si tuviera que decir
cuál es el tema conductor de todas las partes yo diría que es la culpa. La
autora parte de su propia culpa para envolver todo lo que trasciende de sí, de
sus actos hacia los demás. En este trámite encontramos los pasajes más bellos,
las ideas más incendiarias e insospechadas, las confesiones más apasionantes.
La culpa busca absolución de sí misma desde el mismo principio, desde la
dedicatoria: Por mí y por todas mis
compañeras.
Resalto aquí el primer
relato: “Accidente” donde narra –bueno, pasan muchas más cosas, piensa muchas
más cosas, recopila pensamientos de otros, palabras de otros, acciones etílicas
y drogadictas propias y ajenas- como se enteró del accidente muy grave de una
amiga, su reacción, su visita al hospital. Recomiendo abiertamente su lectura y
su relectura: Sólo necesitan escribir
memorias quienes salen con el cuerpo ileso.
En “Mi problema con
las mujeres” relata volviendo a su adolescencia su rebeldía en el patio del
instituto, el bullying que sufrió por el resto de chicas de su clase al
saltarse sus normas y su posterior revancha con puntos de vista poéticos: Quiero volver atrás y follarme a todas y
cada una de las compañeras de clase que me putearon en el instituto. Y no estoy
hablando de sexo de venganza estoy hablando de enmendar la historia.
En “Temblor” muestra
su amor a México, el pueblo de su primer marido, una tierra de la que nunca me divorcié, habla del hecho horrendo de
los múltiples asesinatos de mujeres en Puebla recordando al Bolaño de “2666”,
también habla de su reacción frente al terremoto de México del 2017, cómo lo
vivió desde twitter, su horror y miedo, su impotencia por los nombres
concretos. Y siempre mucho más.
“Justicia poética”,
“Crónica sevillana” y “Cambiar de idea” son las otras tres partes de su libro.
En la primera su culpa aparece abiertamente, Aixa pasa de culpable a víctima
sin un respiro: Descubrir de golpe, a los
veintitrés años, que la gente te desea es como intoxicarse de una droga que tu
organismo no depura(…) Disfrazarse de objeto era lo mismo que ser un objeto
pero con distancia irónica./ A la mañana siguiente les contaría a sus amigos
que se trajo a casa a una histérica, a una de esas que cambian de idea en el
último instante y te dejan con el calentón, las muy putas.
En “Cambiar de idea”
nos cuenta su proceso de lectura de la tesis doctoral sobre la violencia, su
transformación progresiva al feminismo a través del juicio a la manada y el
movimiento #metoo# y su decisión de contarnos todo esto nada más presentar la
tesis: un clavo se saca con otro clavo,
el vacío que deja una tesis doctoral se amuebla con una novela, o con algo
parecido a una novela(…), y todo sin aliento, un pensamiento lleva a otro
pensamiento, una conclusión a otra con una velocidad que pierde o desquicia al
lector porque lo sobrepasa.
He pensado mucho
sobre este libro para realizar esta reseña porque es un libro potente que sin
embargo no es redondo, me lo he leído dos veces y me he preguntado qué es lo
que no termina de cuajar teniendo vida, pensamientos interesantes, frases muy
bien forjadas, rotundidad, honestidad, sorpresa, contenido, y he llegado a una
conclusión; le falta calma. Se trata de una prosa rápida que todo lo llena y yo
echo de menos los vacíos, poder pararme a pensar, tener la sensación de que hay
una pregunta en el aire, de que se interpela al lector, porque en este libro de
Aixa el lector es un mero receptor de pensamientos y perdones. El lector no
tiene cabida, nunca es protagonista, ni coprotagonista, se le da todo pensado y
resuelto. Eso es lo que echo de menos.
La literatura,
tradicionalmente, utilizaba la ficción para encubrir la realidad o amoldarla a
un universo propio, pero hace tiempo que se viene dando este fenómeno de
utilizar abiertamente la vida propia para contar ficción. Aixa se ha destapado
en este libro como mujer feminista, escritora, protagonista y cambiadora de
ideas. En él recorre con orgullo y soltura el camino desde la filosofía y el
pensamiento (citando a Jacques Derrida, a Elaine Scarry, a Alain Sinfield, a Sigmund
Freud, a Michel Foucault, y tantos
otros) a la pura carnaza, adentrándose en su vida de una forma nueva,
desgranándola, juzgándola, contándonos los cotilleos más insospechados. Aquí el
libro responde a las ganas de saciarse de curiosidad al estilo fan, aunque esto
no fuera la intención de su autora, o al menos no toda su intención, la verdad
es que lo ha conseguido.
Una amiga mía con la que
hablo mucho de literatura me dice que los escritores jóvenes están
acostumbrados a exhibirse en las redes sociales y de alguna forma lo necesitan
y ven normal hacerlo igualmente en sus libros, sin complejos. Aixa va más allá,
pero eso también lo hace.
“Cambiar de idea” es un
libro que merece la pena leerse un par de veces. Rabiosa actualidad.