Ya
te lo he dicho muchas veces, Brigitte, en este mundo donde los individuos
libres son perseguidos y aniquilados solo se puede hacer dos cosas plenamente
satisfactorias para un espíritu creativo como el mío: escribir o escarbar, y a
veces pienso que son la misma cosa, la misma maldita y bendita cosa: escribir o
escarbar. (del relato: “Escribir o escarbar”).
El
fragmento anterior pertenece al último libro de Jorge Morcillo, “El emperador
de los helados”, un conglomerado de relatos muy variados tanto en extensión
como en forma, diría que es como un sobre sorpresa, nunca se sabe ni se puede
intuir qué contendrá el próximo relato, cuál será su forma y qué sorpresa te
ofrecerán sus hojas, realmente es un acontecimiento único y variado. Me gusta
la libertad del autor al encarar los distintos temas y la forma siempre
diferente en que los desarrolla, además usted encontrará relatos más apegados a
la historia, otros mucho más actuales, los hay de diferentes lugares del mundo
y el vocabulario está siempre adaptado como un guante a los diversos
escenarios.
Destacaría
la capacidad del autor para con el dominio del ritmo del relato que es siempre un
ritmo muy musical. En el primero de los relatos cuenta la historia de la
herencia de un compositor famoso, Janik Sedlák, aquí desarrolla un tema
recurrente en él, el talento y la personalidad. El narrador del relato es el
hijo del compositor y se presenta como un juez de carrera que ha llegado a su
actual profesión precisamente por carecer del suficiente talento musical, el
relato crece inmensamente en sus últimas hojas, es maravilloso el ritmo y la
evolución de los argumentos para explicar la tormenta personal que implica para
un ser creativo, sensible, consciente y disfrutador del genio ajeno ejercer de
juzgador, aquí Jorge consigue algo poco frecuente, que con un ritmo trepidante
y muy hermoso nos destape las puertas a una sensibilidad potentísima.
Otro
relato conmovedor -o tal vez repulsivo, según como se mire- es el segundo,
donde una rata es educada por el Vizconde de Labrouste. Habéis escuchado bien,
una rata ilustrada que aprende de la amplia biblioteca del castillo donde
obtiene comida física, sí, pero también comida (o hambre) para la mente y el
espíritu, pues bien, esta rata maneja su inteligencia para discernir sobre su
entorno, filosofar sobre la vida y buscar el disfrute frente a la desgracia que
le acontece al sucesor del vizconde, además presenta al protagonista del
próximo relato dándole un tono cómico: En fin, a ver de qué pie cojea este
engendro que viste y se expresa igual que un pavo real. Yo creo que no debe
andar muy bien de la cabeza. Este nuevo protagonista es el comprador del
castillo del vizconde, un exitoso director de cine que viaja hasta allí huyendo
del éxito y lo expresa así: Cuando el éxito entra por la puerta, uno ha de
huir como si no tuviese Dios. Un relato sobre el éxito y su destrozo.
En
este libro el humor refinado está muy presente y es especialmente tentador
porque está mezclado, fusionado con la hondura, casi con la sentencia
filosófica, yo diría que los personajes se expresan entre el ridículo y lo
genial, son héroes y payasos al mismo tiempo, la comicidad y el razonamiento
elevado van unidos de la mano. Cuando el autor consigue esta fusión los relatos
se engrandecen y calan.
He
observado que la literatura de Jorge Morcillo se disminuye cuando el tema es
demasiado próximo, cuando el lenguaje acoge el lenguaje de nuestra época,
nuestros conceptos y nuestros prejuicios y que crece, se multiplica cuando
busca escarbar y escarbar, entonces abre caminos muy interesantes.
Para
finalizar hablaré de dos relatos que me han gustado especialmente, se trata de
los dos últimos del libro, son contundentes (o redondos como una naranja que
decía Ana María Matute). Estos textos son, “Mi amigo Artur”, un relato sobre el
día a día de unos jóvenes con poco futuro en la Polonia ocupada por los Nazis, una
aproximación a la guerra y al valor de la amistad desde la necesidad de celebrar
la vida a cada momento pues a cada momento está amenazada, y el último relato:
“Lo inexpresable”, un guiño a su anterior libro: “De cielos y escarabajos”,
donde su protagonista, la poeta Laura Maldonado, superviviente, mujer y
poeta vuelve al tono de su libro para hablarnos del arte de escribir que es
aquí también el arte de vivir o de sobrevivir…
Diles que se escribe como se ama…, un texto corto muy rítmico y muy
pleno que puede leerse en bucle sin desgastarlo.
La
verdad es que me ha sorprendido este libro pero realmente quien me ha
sorprendido ha sido su autor, Jorge Morcillo, un escritor que se atreve con
todo, que no le teme ni a la dificultad ni al ostracismo, ni a nada, alguien de
quien aprender tesón, no tiene pelos en la lengua y se tira a la piscina con o
sin agua, ya si eso somos los lectores los que tenemos que mirar hasta dónde
nos salpica su palabra.
Es
un escritor al que sólo le queda avanzar y avanzar… Diles que no podemos
sino avanzar hacia nuestra muerte. Que no existe nada. Que no esperamos
nada.
Decirle
a Jorge Morcillo que ha sido muy grato toparme con su escritura, que su osadía
se agradece, que se necesita y que lo único que tiene que hacer es seguir escribiendo
como si no hubiera un mañana, el futuro es sólo de quienes buscan el riesgo y
avanzan poco a poco con los pies un poco en el aire.
