He releído:
Demian,
Siddhartha,
El Lobo Estepario. De Herman Hesse.
Releer
a Hermann Hesse es posicionarse ante la BÚSQUEDA en mayúsculas. Desde sus
primeras obras un ser humano único busca respuestas y se busca así mismo. Es Hesse,
por antonomasia, el escritor de la juventud, al menos de una juventud
preguntona e inconformista, una juventud (o una persona) siempre dispuesta a
sorprenderse.
Tanto
el narrador de “Demian” como el de “Siddhartha” como el de “El
Lobo Estepario” tiene esa indagación, la tendencia clara a quererse conocer
y a buscar donde el común de los mortales no busca, varía la experiencia y la
madurez del autor en cada uno de los libros y así son distintos sus
planteamientos y la trayectoria de esa búsqueda, pero los fines son siempre
reflexivos y espirituales.
He
vuelto a aquellos años en que me sorprendía ver por escrito las dudas y
necesidades de indagación que yo tenía entonces, pero nunca se vuelve igual,
ahora la sorpresa por encontrar es muchísimo menor, será que finalmente
encontré algo por el camino.
Es
verdad que podría pensarse que existe una gran lejanía del mundo de hoy con el
tiempo en el que se escribieron estas obras, la época entre guerras del siglo
XX, pero la amarga verdad es que los desengaños, la sensación de vivir en un
entorno siempre a las puertas de otra guerra por explosionar, y la impresión y
frustración ante el descalabro de los principios que se creían inamovibles es
exactamente la misma que hoy.
El Lobo
Estepario se siente hombre y se siente bestia pero esta dualidad no
le es válida, porque a veces la bestia tiene más alma y el hombre es peor que
la bestia, además, según el tratado del Lobo Estepario existen multitud de más
almas en un mismo ser. Por su parte Siddhartha busca su camino fuera de
toda doctrina, fuera de todo tiempo y de constantes mundanas y en Demian
se identifican los individuos que tienen la marca de Caín, aquellos relegados a
saberse diferentes y adoradores de un dios llamado Abraxas, una deidad que es a
la vez la virtud y el pecado para acabar dando la bienvenida a la guerra
aceptada en las propias carnes con todo lo que esto significa.
“Quién
busca con sinceridad no puede aceptar ninguna doctrina si quiere realmente
encontrar algo”. Siddharta.
“Los
sentimientos primitivos, hasta los más salvajes, no estaban dirigidos al
enemigo; su acción sangrienta era sólo reflejo del interior, del alma dividida,
que necesitaba desfogarse, matar, aniquilar y morir para poder nacer. Un pájaro
gigantesco luchaba por salir del cascarón; el cascarón era el mundo y el mundo
tenía que caer hecho pedazos.” Demian.
En El
Lobo Estepario, la obra más madura de las tres, un hombre acabado por su
desconexión con su entorno encuentra a una muchacha, muy distinta pero igual
que él en la desesperación interior y esto le permite experimentar desde puntos
de vista desconocidos, y en el sueño nunca pierde Hesse el sentido del humor,
en uno de estos sueños el protagonista habla con Goethe: “Entonces
se inclinó un poco hacia adelante, puso su boca muy cerca de mi oreja, su boca
ya enteramente infantil y me susurró quedo al oído: Hijo mío, tomas demasiado
en serio al viejo Goethe. A los viejos, que ya se han muerto, no se les puede
tomar en serio, eso sería no hacerles justicia. A nosotros los inmortales no
nos gusta que se nos tome en serio, nos gusta la broma”. El Lobo Estepario.
Leer a
Hesse es parar el tiempo, dejarlo por un tiempo en su frenético viaje y escuchar la voz tremenda del interior, es una experiencia grata si tienes
paciencia para desvincularte, para no buscar un hilo argumental vertiginoso, si
quieres oír los desajustes de un hombre sensible, burgués, culto y espiritual y
de otros personajes colaterales que contrastan y refuerzan la búsqueda, la recreación,
la crítica y la hondura.
Y
además cualquiera de sus libros admite múltiples lecturas posteriores.
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