El
hombre Ricardo Emilio Piglia Renzi nos ha dejado recientemente pero no el
escritor Ricardo Piglia ni su protagonista autoficcionado Emilio Renzi. Mucho tendrá
que sudar la historia de la literatura para darlo por zanjado, para olvidar sus
aportaciones o asumirlas como hechos consumados; la forma y el estudio
literario tras él ya son otra cosa.
Aquí
quedan sus novelas, sus cuentos, sus cuentos-ensayos-novelas-conclusiones.
La
obra de Ricardo Piglia es la síntesis de toda una vida dedicada a la indagación
literaria y a la prueba y error para avanzar, con el propósito real y honesto de
conocer el material con el que están hechos los mejores relatos, las mejores
obras literarias y a partir del conocimiento hacer una obra propia y
significativa.
En
su libro “Formas Breves” la ficción y la investigación ensayística conviven con
naturalidad, misteriosamente, casi místicamente, utilizando un lenguaje muy
pulido donde no sobra ni una palabra y la claridad de la prosa se hermana con
la perfección conceptual; las ideas se exponen con claridad, los ejemplos de
cuentos y anécdotas que utiliza de otros son nítidos, útiles y brillantes:
Kafka, Chejov, Hemingway y Borges, sobre todos Borges. Nabokov, Manuel Puig,
Roberto Arlt, James Joyce, Marcelino Fernández.
Estás
leyendo las palabras, las razones, la literatura de Piglia y sientes lo
barridas que están las frases, sientes el ritmo, la lógica, la belleza. Yo no
puedo poner aquí un ejemplo o dos, bueno, sí puedo pero sería desvirtuar el
significado de este libro, acotar su conocimiento, su grandeza, insto a ir o a
volver (para quien ya haya ido) al texto, a cualquier capítulo del libro y ver
cómo crece con el tiempo, lo útil que es su lectura, tragar un poco, lo que se
pueda, del saber de Piglia. Quizá uno de los mejores talleres literarios que
pueda existir sea sentarse en una silla y desplegar el libro, subrayarlo y
buscar los relatos de los que habla, leerlos o escucharlos (recomendable
cualquier relato de Borges en youtube) y tratar de entender las equivalencias,
lo que nos quiere enseñar. Es una lección apabullante.
Si
proseguimos con su obra y con su vida, la vida de un profesor escritor,
elegante y culto, con voz firme, con trazo seguro, sentimos que la historia se tuerce cuando es diagnosticado de ELA (esclerosis lateral amiotrófica) y su
musculatura comienza a atrofiarse como un árbol que se seca. Desde entonces tuvo que
trabajar al dictado, repasando sus diarios de toda una vida para lograr
publicarlos al fin (era un proyecto necesario desde años atrás, parte fundamental de su obra madura): “Diarios de Emilio Renzi. Años de formación” (2015) y “Diarios
de Emilio Renzi. Los años felices” (2016).
Al final se volvió realidad el
cuento kafkiano donde el señor que esconde la mano está ocultando una garra
que lo convertirá en pájaro. También en su novela “Respiración artificial” de 1980,
una delirante crónica de la Argentina, aparece un personaje, Luciano Ossorio, un ex senador
condenado a una silla de ruedas por un tiro que le alcanzó la columna vertebral muchos años atrás y en una conversación con el joven Emilio Renzi lamenta que
ya no puede escribir:
“(…)
yo mismo dicto porque no puedo escribir. Porque debo decirle que ya no puedo
escribir. Mis manos, ¿ve?, son garras; yo soy el albatros, mi vuelo es plácido
sobre las riberas del cimetière marin,
pero en la altura mis dedos se han transformado en las garras de ese pájaro que
sólo puede posarse sobre el agua, sobre la roca que sobresale en medio del
océano. Ya no puedo escribir, con estas manos ya no puedo escribir, he
perdido> dijo, <la elegancia sacerdotal de mi letra manuscrita. Sólo mi
voz persiste, cada vez más parecida al graznido del pájaro; sólo mi voz
persiste y con ella dicto mi respuesta a los mensajes que recibo. Pero ¿a
quién? Solo, aislado, haciendo equilibrio con las alas sobre esta roca, ¿a
quién podría yo dictarle mis palabras?>”
Ricardo Piglia es disciplina,
pasión e inteligencia. Yo seguiré leyéndolo, mis dedos acariciarán sus palabras, golpearán levemente mi kínder, pasarán hojas de papel para repasar, para absorber lo que pueda, aquello que me llegue, que me esté permitido.
Antes de volverse pájaro y volar Piglia dejó las
palabras y todas las claves que pudo para ayudarnos a continuar,
a avanzar, a no repetir, hasta que la garra devore toda integridad.
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