He pasado las últimas semanas leyendo a Primo Levi, testigo directo de Auschwitz en 1944. El libro: “Se questo è un uomo” en su título original en italiano, fue escrito en los años posteriores a su liberación. Levi nos cuenta las peripecias, los desastres que pasó desde que lo detuvieron como partisano en Italia, su posterior viaje a Polonia en los míticos trenes de ganado, cerrados, cientos de hombres, mujeres y niños, sin luz, sin ventilación y su encierro en un centro de trabajo adscrito a Auschwitz hasta su liberación; el milagro de estar vivo.
Cuenta todo
desde su experiencia, como ante una radiografía, su escritura es una misión y el
resultado es valiosísimo. Nos relata todo sin revanchismo y con mucha inteligencia por lo que me es imposible no
admirarlo. El libro es a la vez un tratado sobre la vida en el campo de trabajo
y una joya literaria.
Nosotros que nunca hemos
perdido la dignidad en tal extremo, que nunca hemos visto lo horrendo, que
carecemos de la experiencia de ser una cosa que puede trabajar, una inmundicia
que hace lo que sea por un trozo de pan, por raspar una escudilla, por sorber
un poco más de sopa, por un trago de agua que no mate, nosotros tenemos que
leerlo y detectar cualquier movimiento que lleve a que un solo hombre (mujer o
niño) se encuentre en circunstancias similares.
El libro es impecable y su objetivo contar lo sucedido, aquello difícil de creer, de imaginar por
quienes estaban fuera, contarlo desde la reflexión, sin emoción y sin odio; La
descripción del lager (campo de concentración), la división de los internos por
categorías, la pugna por algún privilegio, cómo la moneda en circulación era
una ración o media o un cuarto de ración de pan, cómo el mercado florece con
las pocas posesiones que se podían tener (una cuchara, lo que quedaba de una
camiseta raída, algo de jabón, un botón…), la disciplina férrea y absurda más
humillante aún por no tener lógica alguna; hombres de pie, desnudos, obligados
a permanecer así, durante horas para nada, por sometimiento, sin razones.
Leedlo si no lo habéis
leído, muchas preguntas os vendrán, mucha rabia, incluso miedo ¿Hasta qué punto
no somos nosotros cómplices de situaciones donde el ser humano pierde su libertad y su derechos? ¿Cómo hombres como Heidegger pudieron apoyar el nazismo? ¿Cómo todo un pueblo puede acoger tal delirio? Un
sinfín de preguntas con desagradables respuestas.
Os dejo con Primo Levi a su
regreso a Turín, un muchacho de apenas 27 años haciendo un esfuerzo supremo por
recordar para que nosotros podamos conocerlo todo. Aquí algunos fragmentos:
“Me muerdo los labios
profundamente: sabemos bien que el ocasionarse un pequeño dolor sirve de
estimulante para poner en movimiento las últimas reservas de energía. También
lo saben los Kapos: algunos nos
golpean por pura bestialidad y violencia, pero hay otros que nos golpean cuando
estamos ya bajo la carga, casi amorosamente, acompañando los golpes con
palabras de exhortación y de ánimo, como hacen los carreteros con los buenos
caballos”.
“Como ya hemos dicho en otra
parte, el reglamento del campo prescribe que todas las mañana los zapatos se embetunen
y se les saque brillo, y cada Blockältester
(=jefe del barracón, normalmente judío) es responsable ante los SS de la
obediencia a esta disposición por parte de todos los hombres de su barracón. Se
podría, pues, pensar que cada barracón disfruta de una asignación periódica de
betún para los zapatos, pero no es así: el mecanismo es otro. Es necesario
anticipar que cada barracón recibe, por las tardes, una asignación de potaje
que es un poco mayor que la suma de las raciones reglamentarias; el exceso es
repartido según el arbitrio del Blockältester,
el cual se procura, en primer lugar, las atenciones para sus amigos y
protegidos, en segundo, las compensaciones debidas a los barrenderos, a los guardias
nocturnos, a los inspectores de piojos y a todos los demás funcionarios
prominentes de la barraca. Lo que todavía queda (y todo Blockältester astuto hace que siempre sobre), sirve precisamente
para las compras.”
“Además, los enfermeros obtienen grandes ganancias del tráfico de cucharas. El Lager no provee de cuchara a los recién llegados, aunque el potaje semilíquido no pueda ser consumido de otra manera. Las cucharas se fabrican en la Buna, a escondidas y en los ratos libres, por los Häftlinge que trabajan como especialistas en los Kommandos de herreros y hojalateros; se trata de bastas y pesadas herramientas, hechas con chapas trabajadas a martillazos, frecuentemente con el mango afilado, de modo que sirva al mismo tiempo de cuchillo para cortar el pan. Los mismos fabricantes las venden directamente a los recién llegados; una cuchara sencilla vale media ración, una cuchara-cuchillo tres cuartos de ración de pan. Ahora bien, es ley que en el Ka-Be (barraca-hospital) se pueda entrar con la cuchara, pero no salir con ella. A los curados, en el acto de darlos de alta y antes de vestirlos, la cuchara les es confiscada por los enfermeros, que la envían en venta a la Bolsa(…)”
“Enciérrense tras la
alambrada de púas a millares de individuos diferentes en edades, estado,
origen, lengua, cultura y costumbres, y sean sometidos aquí a un régimen de
vida constante, controlable, idéntico para todos y por debajo de todas las
necesidades: es cuanto de más riguroso habría podido organizar un estudioso
para establecer qué es esencial y qué es accesorio en el comportamiento del
animal-hombre frente a la lucha por la vida.
No creo en la más obvia y fácil deducción: que el hombre es fundamentalmente brutal, egoísta y estúpido tal y como se comporta cuando toda superestructura civil es eliminada, y que el Haftling no es más que el hombre sin inhibiciones. Pienso más bien que, en cuanto a esto, tan sólo se puede concluir que, frente a la necesidad y el malestar físico oprimente, muchas costumbres e instintos sociales son reducidos al silencio.”
No creo en la más obvia y fácil deducción: que el hombre es fundamentalmente brutal, egoísta y estúpido tal y como se comporta cuando toda superestructura civil es eliminada, y que el Haftling no es más que el hombre sin inhibiciones. Pienso más bien que, en cuanto a esto, tan sólo se puede concluir que, frente a la necesidad y el malestar físico oprimente, muchas costumbres e instintos sociales son reducidos al silencio.”
“(...)Hay que desconfiar, pues,
de quien trata de convencernos con argumentos distintos de la razón, es decir
de los jefes carismáticos: hemos de ser cautos en delegar en otros nuestro
juicio y nuestra voluntad”.
he leido el primero de la trilogía, me encantó. Excelente para comprender asuntos sobre la dignidad humana y la fuerza del espíritu.
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