viernes, 5 de diciembre de 2025

“Guerra y Paz” de Lev Tolstói.

 

La capacidad de Tolstói para describir personajes y para relatar hechos con concreción es muy grande, leer su majestuosa Guerra y Paz es hoy una osadía y una alegría si tienes tiempo y te amplían los matices.

Es un libro enorme en todos los sentidos y sus personajes de la aristocracia rusa de principios del siglo diecinueve son vívidos, sobre todo los personajes principales: Pierre, la condesita Natasha, los Rostov, los Bolkonsky.

Narra la realidad histórica de la guerra del Zar Alejandro I y Napoleón I entremezclándolos con personajes ficticios, sus ambiciones, sus deseos, su interioridad, sus destinos, regalándonos el sentir hondamente pacifista y espiritual que siempre tuvo Tolstói.  

Es más que un novelón, trata de exponer a algunos historiadores que alababan, según él sin rigor, al Napoleón estratega militar cuando solo era un pobre hombre.

Plasma los grandes bailes, reuniones y cenas en los palacios aristocráticos con voluptuosidad.

Conmueve la concreción y fineza de su pintura de las batallas como un juego de ajedrez humano, el tablero en el bosque, los estrategas principales decidiendo desde la retaguardia (o simplemente a salvo).

Destaca cómo presenta al canciller ruso Mijaíl Kutúzov, su serenidad, su precaucción y conocimiento del enemigo y del frente, en contraste con los oficiales ansiosos por combatir y ganar puestos y medallas en las batallas.

Son inmensos los matices, es un gozo leerlo.

Tolstói escribe un realismo casi equidistante, su técnica roza la perfección, su escritura no se basa en grandes momentos, en frases lapidarias, aunque las tenga, su don es dar en el detalle con un lenguaje sencillo, los personajes en su escritura crecen, varían, maduran, envejecen con pocas palabras pero muy certeramente.

Me gusta mucho Tolstói.

 

“Nunca se había dejado sentir en casa de los Rostov con tanta intensidad como en aquellos días de fiesta la cordialidad de la atmósfera. <Capta los momentos de felicidad, procura que te amen y ama tú mismo. Ésta es la única verdad de la tierra. Todo lo demás son tonterías. Aquí nadie se ocupa de otra cosa>, parecía decir aquel ambiente.”

 

“¿Es posible que esto sea la muerte? -se preguntó el príncipe Andrey, mirando con una expresión completamente distinta, llena de envidia, la hierba, la mata de ajenjo y la nubecilla de humo que despedía la bola negra que giraba-. No puedo, no quiero morir. Amo la vida, amo la hierba, la tierra, el aire…”

 

“La guerra es la sumisión más difícil de la libertad del hombre a las leyes de Dios -decía aquella voz-. La sencillez es la obediencia a Dios; es imposible apartarse de Él. Ellos son sencillos. Ellos no hablan, sino que obran. La palabra pronunciada es de plata; la no pronunciada de oro. El hombre no puede poseer nada mientras tema la muerte. Todo pertenece a quien no la tema. Si no existiera el sufrimiento, el hombre no conocería límites para sí mismo, ni se conocería”.

 




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