He
leído “Cuatro estaciones”, la primera obra en prosa de la escritora rumana Ana
Blandiana, en una edición muy cuidada de la editorial Periférica y traducido bellísimamente
por Viorica Patea.
La
autora escribió este libro en los años setenta en la Rumanía comunista pero
nosotros lo acogemos sin un tiempo preciso, en un espacio abierto a todos los mundos
temporales. Son cuatro historias que crecen desde la mirada incrédula de la
narradora, sus pasos caminan y relatan los hechos, personajes y conversaciones
siempre con un pie en la realidad y el otro en un vericueto fantástico que creemos
que nos es ajeno pero que está más próximo de lo que parece. La poesía permanece
desde la primera línea a la última en un lirismo que fluye con una fuerza
inusual.
Se
trata de una lectura difícil, expansiva, inacabable, inabarcable, las historias
crecen reflejando una capacidad enorme de expresión, de imaginación y de
narrativa. El lector tiene que venir aprendido, se proyectan las palabras y las
imágenes que resultan de esas palabras y el lector trata de seguirlas, de
alcanzar el mensaje, o los mensajes. Es esta una lectura que progresa en
significados. Como bien dice su autora en el libro: “lo fantástico no se opone a lo real, es sólo su representación más
llena de significados.”
El
estilo de Ana Blandiana es un simbolismo debussiano mágico que se estira más
allá de lo abarcable en una madeja que no se termina. Impecable, bello y muy
difícil.
Es una escritura que resiste el paso del tiempo, que se va amoldando al presente.
Es una escritura que resiste el paso del tiempo, que se va amoldando al presente.
Cuatro
relatos:
Primavera.
Una iglesia con una belleza llena de repugnancia que simboliza la utopía fracasada
“La capilla con mariposas”.
Verano.
Unos espantapájaros que son como nosotros; espantados de sí mismos, sumisos y
delatores si llega el caso. “Queridos
espantapájaros”.
Otoño.
O la ciudad líquida, pastosa, derretida como la mía, con un calor que nos deja
en los huesos. Y qué vergüenza que sea el sol, el símbolo de la luz, el
culpable de todo, que arrase con todo “La
ciudad derretida”.
Y
finalmente el invierno. “Recuerdo de
infancia”, una biblioteca arruinada, un campo de membrillos y los libros mutilados,
su padre afligido memorizando los párrafos que arroja al fuego. Quizá el relato
más tangible de todos aunque también se escape por momentos, crezca en un alud
de absurdos.
Largo,
denso, metafórico. Imposible asimilar todas las imágenes, captar cada momento.
Ana Blandiana desordena al lector y lo fuerza con su poesía infinita. Kafka no sale de su asombro con ella.
Ana Blandiana desordena al lector y lo fuerza con su poesía infinita. Kafka no sale de su asombro con ella.
“No existía un espectáculo más total que el
ofrecido por esta masa de criaturas que parecía inmune al dolor, al terror,
incluso a la muerte, tan inconsciente que transformaba la desorientación en
júbilo. Y, sin embargo, muchos de ellos morían, si es que no descubrían otra
modalidad de existencia allí abajo, cubiertos por las olas informes de la materia.
Desaparecían pura y llanamente sin rastro y, sin angustiarse, reían, y sus
bocas abiertas se llenaban con el magma que penetraba por todas partes; se
abrazaban, se juntaban, dejándose caer libremente con los espasmos del placer y
de la histeria en aquel fluido cementerio colectivo.”
Me atrae pero lo de "difícil de leer" me preocupa. Quizás no es el momento vital para acercarse a la autora.
ResponderEliminarLo de la dificultad es muy personal, pero si ahora no es el momento, lo será, dale tiempo.
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