No puedo leer las cartas de Milena a
Kafka porque están perdidas, solamente permanecen las que escribió Kafka a
Milena, estas fueron guardadas por ella misma hasta la década siguiente cuando
vio amenazada su vida bajo la ocupación nazi y se las dio, en custodia, al
escritor Willy Haas. Es así como las cartas a las que tenemos acceso se
convierten en una correspondencia epistolar coja, sólo de ida, pero que son de
un gran valor pues complementan tanto la obra como el conocimiento que de Franz
Kafka tenemos a día de hoy. Es por tanto un documento único de un gran valor.
En ellas aparece un Kafka humano y reflexivo, temeroso y tímido, ilusionado y
descorazonado, que vive inmerso en su circunstancia vital, enfermo de
tuberculosis y enamorado de Milena, tratando de poner los pilares para un
futuro que, realmente, fue muy estrecho pues murió en el año 1924.
Milena,
de 24 años, vivía en Viena junto a su marido, un joven escritor judío, Ernst Pollak
y Kafka, de 38, vivía en Praga, aunque pasaba estancias vacacionales en climas
más propicios para su estado de salud.
La
correspondencia comienza porque Milena conoce algunos cuentos publicados de
Franz y pronto percibe su valor, la avanzadilla de su literatura y se interesa por
él y por su obra, ofreciéndose a traducirlo al checo que era su idioma materno.
Pronto mudará el trato mutuo de unas maneras protocolarias a un lenguaje más
libre y sincero, será entonces cuando surge el sentimiento, la comprensión y
las desavenencias entre dos jóvenes artistas de entreguerras del siglo XX que
luchan por seguir creando y compartiéndose.
Hablamos
del verano de 1920, Franz Kafka, a pesar de su insomnio y su tuberculosis, se
entrega en cuerpo y alma a las cartas a Milena Jesenká. Esta labor se
desarrolla hasta 1923, siendo intensa la correspondencia sobre todo en el
primer año. En las cartas Kafka desarrolla los temas que le importan en ese momento:
el mundo, los judíos, él mismo, el trabajo intelectual de Milena, sus
sentimientos hacia ella, el estado físico y mental de Milena...
Esta lectura me ha
impresionado porque posiciona al lector como testigo mudo de la intimidad de
Kafka, Milena es su gran amor aunque solamente tuvieron dos encuentros físicos,
sin embargo, en el plano intelectual los encuentros eran diarios, eran
continuos, eran necesarios, se abrían el corazón. En ese tiempo él vive para
recibir las cartas de ella y para responderle. La correspondencia es muy vital,
muy ansiosa, por momentos triste, por momentos absolutamente maravillosa, en
ella Kafka cuenta anécdotas, se cuenta a sí mismo, su enfermedad, su vida, sus
ilusiones, sus sueños, sus temores, además, parece ser que el hecho de mandarse
cartas constantemente, varias al día, consigue que esta correspondencia esté
plagada de malentendidos que tienen que corregir, las cartas van y vienen y no
siempre llegan en el orden de escritura. Es un placer y una pulsión
entrometerse en el mundo íntimo de Franz y Milena.
Hecha
esta introducción, puedo decir que ha sido una labor apasionante indagar en los
temores, anhelos y esperanzas de su autor e intuir la otra cara de la moneda,
las palabras y sentimientos de Milena.
Acompaño y cierro este escrito
con unos fragmentos de las cartas especialmente conmovedores:
“Una peculiaridad, creo yo,
tenemos en común, Milena: qué tímidos y medrosos somos, casi cada carta es
distinta, casi cada una se asusta de la anterior, y más aún de la carta de
respuesta”.
“A veces me da la impresión
de que tenemos una misma habitación con dos puertas, una enfrente de otra, y
cada uno sujeta el picaporte de su puerta, y con un pestañeo de uno de ellos ya
está el otro detrás de su puerta, y basta entonces que el otro diga una sola
palabra y el segundo, con toda seguridad, ya ha cerrado la puerta por fuera y
ha desaparecido. Abrirá sin duda otra vez la puerta, porque es una habitación
que quizás no sea posible abandonar. Si el primero no fuera exactamente igual
que el segundo, se habría quedado tan tranquilo, preferiría aparentemente no
mirar al segundo y pondría orden poco a poco en la habitación como si fuera una
habitación igual que cualquier otra; en lugar de eso hace exactamente lo mismo
junto a su puerta, a veces incluso están los dos detrás de sus puertas y la
hermosa habitación está vacía”.
“Hace poco he vuelto a soñar
con usted, fue un gran sueño, pero no recuerdo casi nada. Estaba en Viena, no
recuerdo nada de eso, pero después llegaba a Praga y había olvidado su
dirección, no sólo la calle, también la ciudad, todo, sólo de alguna manera
surgía el apellido Scheiber, pero no sabía qué hacer con eso. Así pues, usted
me había desaparecido por completo. En mi desesperación hacía varios intentos
de lo más astutos, que sin embargo, no sé por qué, no podía poner en práctica y
de los cuales sólo recuerdo uno. Escribía en un sobre: M. Jesenská, y debajo
<Ruego entregar esta carta, de lo contrario la administración de Hacienda
sufrirá una inmensa pérdida>. Mediante esa amenaza esperaba poner en
movimiento todos los recursos del Estado para encontrarla".
"¿Ladino? No deje que esto la
predisponga contra mí. Sólo en sueños soy tan inquietante”.
“Entretanto podía verte un
poco, pero a mí me daba perfectamente igual tu aspecto físico, sólo me
interesaba tu palabra”.
“(…);estoy cansado, no sé
nada, y no querría sino poner el rostro en tu regazo, sentir tu mano sobre mi
cabeza y permanecer así por toda la eternidad”.
“Las cartas tuyas más bonitas
(y eso ya es mucho decir, porque en su conjunto son, casi línea por línea, lo
más hermoso que me ha ocurrido en mi vida) son aquellas en las que das la razón
a mi <miedo> y al mismo tiempo tratas de explicar que no debo tenerlo”.